martes, 1 de septiembre de 2015

Cien días no es nada.


Cien días no es nada.


Cómo no lo voy a entender, amigo lector, si lo conozco mejor que nadie. Sé de su ansiedad, sus temores, su angustia, hasta el nombre de cada uno de los medicamentos que le recetan. Pero cálmese. Lo peor ya pasó. A partir de mañana, sólo faltarán cien días para el 10 de diciembre. Puedo imaginarlo a usted marcando los días con palitos en las paredes de la cocina. Como los presos. Pero ahora sólo quedan cien y chau. A otra cosa, mariposa. Aguante. No me afloje. Se bancó 4.405 maravillosos días de kirchnerismo (incluyendo años bisiestos) plenos de autoritarismo, desperdicio de oportunidades y mala praxis. ¿Se me va a mancar justo ahora, en los últimos cien? Vamos macho, un esfuercito más y ya llegamos. El sol del 10 viene asomando.
Aún ganando el Compañero Lancha, estamos a un paso de que esta gente se vaya de una buena vez y para siempre. Obviamente, el “para siempre” es relativo. Si los que vienen no resuelven el quilombo que les dejan los que se van, estarían garantizando el “Gran retorno Gran”. Nunca se olvide de que en 2001, para resolver la catástrofe que nos dejaron Menem y Cavallo en el 99, buena parte del pueblo argentino pidió a los gritos que vuelva… Cavallo!!! Y encima después votó a… Menem!!! Yo no y usted tampoco, pero seguramente su cuñado sí. Así somos. Por suerte, en ese momento Duhalde se avivó y dividió al peronismo en tres partes evitando que el turco ganara: Menem 24,5%, Compañero Represa Hidroeléctrica 22,3% y Rodríguez Saá 14,2%. Si se fija bien, siempre es el 62%. Como en las últimas PASO. Es más, en 1973 la fórmula Perón-Perón sacó el 61,8%. O sea que el 62 a la cabeza sale muy seguido. O los peronistas son buenísimos o tienen el bolillero tuneado. De no haber puesto Duhalde al Compañero Centro Cultural, la historia hubiera sido muy diferente. El peronismo se hubiera presentado unido, Menem hubiera ganado y tal vez hoy la Presidenta sería Cecilia Bolocco. ¿Vio? ¿Usted que pensaba que no podía habernos pasado nada peor? Bueno, algo peor había. Creo.
Yo le escribo todo esto para que usted se distraiga. Cuanto más mira el reloj, más lento pasa el tiempo. Ventile su cabeza. Imagine distintas puestas de escena para ese mágico día final. Por ejemplo, la Presidenta apareciendo en el Salón Blanco vestida toda de negro con un paraguas, lo abre, se eleva como Mary Poppins, y se va volando de la mano de Dick Van Dyke mientras todos aplaudimos. Listo.
Aunque a usted le cueste verlo, los hechos son más que elocuentes. Esta semana, en un encuentro de empresarios, hubo un lleno total mientras hablaban el Compañero Lancha, el Compañero Mauri y el Compañero Massa (bases ya disponibles para el gran concurso: “¿Qué apodo le ponemos?”). Pero cuando subió Kicillof al escenario se rajaron todos a morfar y lo dejaron solo como un perro. Todo un símbolo. ¿Qué les podía decir que les fuera a interesar, a cien días del adiós?
Piense en los que vienen. Tanto los del peronismo como los de la oposición, que tampoco son ninguna luminaria. Ahora se avivaron de que el sistema de boletas y listas sábana es un bochorno. La oposición quiere cambiar el sistema electoral porque denuncia que se presta a cualquier cosa. Dicen que los perjudica. Esta gente no tienen visión de futuro. Hoy los perjudica pero mañana, cuando alguno de ellos sea gobierno, lo va a beneficiar. Por ejemplo, supongamos que un día gana Nico Del Caño, (que esta vez no va a ganar pero le va a pegar un susto a más de uno). Después, cuando el tipo que ahora es bueno se transforme en malo, va a tener que inventar nuevos sistemas de fraude. En cambio si dejan todo como está, el sistema ya está aceitado. Ya sabemos que funciona bien. No hay que inventar nada. Voto cadena, matones, robo de boletas, telegramas adulterados. Joya.
Mire qué lío se armaría si cambiáramos por un sistema de boleta única donde estén todos los candidatos en la misma papeleta y usted vaya marcando con una cruz al que más le gusta. En una boleta única, el casillero de Aníbal Fernández sería el desierto del Sahara y posiblemente, aún con Scioli presidente, la Provincia quedaría en manos de María Eugenia Vidal o eventualmente de Felipe. Por eso se opone tanto el Compañero La Morse (se pronuncia “la mogs”, en francés, así es un poco más suave).
En cambio con la boleta que usamos ahora (la que se compra en cualquier sucursal de “Todo para el Fraude”) Aníbal va flameando, colgado de Scioli y podría ser gobernador aún cuando la presidencial la ganara el Compañero Mauri o el Compañero Massa (Mmm, ¿Compañero Malena? no se, hay tiempo). Como viene la mano en la Provincia, con más del 35% ya ganaste.
Lo de Tucumán, era previsible. El candidato opositor Cano salió a protestar rodeado de toda la oposición. Tarde papi. ¿No sabían lo que iba a pasar? ¿Qué esperaban que saliera de una elección organizada por Alperovich y Rojkés? ¿Un acto electoral escandinavo? Vayan preparando la escupidera para lo que va a pasar en Formosa, Chaco y aledaños. En Chaco justamente, esta semana inauguraron una escuela y le pusieron de nombre Escuela “Claudia Lorena Panzardi”, que es la joven intendenta del pueblo y candidata a diputada por el FPV. Cuando yo era chico, para que a una escuela le pongan tu nombre, tenías que cruzar la cordillera a caballo, dar la vida en Vilcapugio y Ayohuma, o por lo menos escribir el estribillo del Himno Nacional. Y morirte, por supuesto. Esta chica declaró que aceptaba porque “no me pude negar”. Para colmo dijo que había propuesto como opción “Escuela Cristina Kirchner” o “Escuela Capitanich”. O sea que las opciones eran todas onda Idi Amin. Dejan pasar estas cosas y después se quejan porque les chorean las boletas.
Mientras tanto, recién llegada de Europa, la Presidenta volvió a usar ayer la Cadena Nacional. Cuando decimos Europa, nos referimos a uno de los cuatro lunas que orbitan alrededor de Júpiter. Se entiende, no? Además de inaugurar una estación de trenes, asombró al país anunciando la inauguración del puente Angel Labruna que se usa para que los hinchas de River crucen Lugones y entren al Estadio Monumental y que, en realidad, existe desde hace mil años. De hecho, si lo hubieran inaugurado ahora, no se llamaría Puente Angel Labruna sino Puente Néstor Kirchner. En fin, tengamos piedad en la despedida. Relájese que lo peor ya pasó. O al menos piense que usted va a estar preocupado sólo los próximos cien días. Ellos, posiblemente los próximos 100 años.

Alejandro Borensztein






@nib@l  2015

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