lunes, 21 de marzo de 2016

Cómo se llevaron la plata de todos y todas

Héctor M. Guyot
LA NACION


Cada día que pasa se entiende mejor la obsesión de Cristina Kirchner por edificar el relato durante su presidencia: lo que había que ocultar era pornografía explícita, eso que hacían con la plata de todos y de todas mientras proclamaban el advenimiento de la justicia y la igualdad. ¿Y qué hacían? Muy simple: se la llevaban. En fajos, en ladrillos, en cápsulas. En pesos, en dólares, en euros. En bolsos, en camionetas, en aviones. Se la llevaban de forma sistemática, metódica, mecánica, aprovechando cualquier ducto que les permitiera vaciar las arcas del Estado. No hay una sola ruta del dinero K. Hay muchas. Pero todas conducen al mismo sitio.

Esta semana, en una seguidilla abrumadora, los argentinos hicimos un viaje por el interior de los dos ductos mayores. Salvo los jueces, que siguen buscando pruebas, ya sabíamos que esos canales en donde se ocultaba la podredumbre existían, porque estaban a la vista. Pero otra cosa es visitarlos por dentro en plena actividad, llegar al interior de uno de ellos y observar, como quien espía por el ojo de la cerradura, el pecado que se quería ocultar en el momento exacto en el que se lo consuma.


No había pasión o desasosiego en aquellos muchachos. Rápidos, eficaces, pulcros, encaraban la tarea con reconcentrado profesionalismo. Eran soldados ejerciendo una rutina. Un ejemplo de laboriosidad para la juventud, lástima que no manipulaban peras o manzanas, sino billetes ajenos. "Físico", como le gusta decir a Fariña, a quien se lo extrañó en esa coreografía del latrocinio. Otro ausente fue Báez padre. Pero, se sabe, desde hace rato lo suyo son los vinos.

Lo de Cristóbal López es más sofisticado. Simplemente, no pagaba los impuestos. Lázaro podría haberse quejado: dinero que no entraba al Estado era dinero que no podía sacar él mediante su propio ducto. Pero López y Báez tiraban para el mismo lado. Compartían patrón y no eran competencia. Además, ahí decidía Echegaray, entonces jefe de la AFIP (¡y hoy auditor general de la Nación!), que sabía que todos los caminos llevan a Roma y estaba obligado a elegir el más corto. ¿Para qué exigir esa plata, si ya estaba donde debía estar? Puede que en otras cosas el gobierno de los Kirchner haya sido torpe, pero en estos asuntos, que constituían su razón de ser, era muy eficiente. A los pelagatos Echegaray los perseguía y los ponía cabeza abajo, para cobrarles hasta la moneda perdida en el fondo del bolsillo.


En el caso de López, lo pornográfico es el monto y, también, la connivencia estatal. Ante la pasividad cómplice de Echegaray, un pingüino que no hace nada sin el conocimiento o la orden de su jefa, el zar del juego defraudó al Estado por 8000 millones de pesos. En lugar de ir a las rutas, los trenes, los hospitales, la vivienda o la educación, ese dinero de todos y todas se usó para seguir comprando casinos y sostener, a través de sus medios, la mentira del relato. Si a esos 8000 millones les sumamos los 8800 que Báez facturó al Estado argentino en estos años por contratos de obra pública, llegaríamos a una suma que sería la envidia de los buitres.

¿Y ahora? ¿Cómo seguimos? ¿Qué harán los jueces? El periodismo había puesto mucho sobre la mesa, incluidas pruebas documentales. Después de lo que se conoció esta semana, ya hay demasiado. Vimos, dentro del ducto, a la verdadera militancia kirchnerista despachando el "físico". Y nos asomamos a las abismales cuentitas del señor López. Todo material triple X que ahora quedó expuesto. ¿Podemos seguir como si nada hubiera pasado? Porque eso es lo que viene haciendo desde siempre la mayoría de los jueces federales. Sus tiempos y designios son como los de Dios, eternos e inescrutables. Pero hay cosas ante las que resulta difícil mantenerse impasible: tenemos ante nuestros ojos la evidencia de cómo se desguazó un país para que se enriqueciera una familia cegada por la codicia. Y de paso, gracias al derrame, su entorno.

A ciertos políticos no les importa que se los trate de ladrones. Con una media sonrisa, responden que están a disposición de la Justicia. Mientras ocupan el poder, la cosa es al revés: es la Justicia la que está a su disposición. Después, cuando pasó su hora y vuelven al llano, lo único que les importa es no caer presos. En Brasil, donde hay jueces que se atreven a juzgar los delitos del poder en tiempo real, están aprendiendo una verdadera lección. Pero aquí, si esta vez no hay condenas que lleguen hasta lo más alto, vamos a reincidir en lo mismo. Si para los políticos la ley no existe, este país, más temprano o más tarde, volverá a ser vaciado.

http://www.lanacion.com.ar/1881090-como-se-llevaron-la-plata-de-todos-y-todas








@nib@l  2016

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