miércoles, 18 de febrero de 2015

Demonios familiares - Ana Maria Matute


Demonios familiares Ana Maria Matute  (mult) 


Demonios familiares es la novela que Ana María Matute estaba escribiendo cuando el pasado mes de junio le sobrevino la muerte. Quedó, por consiguiente, inacabada. Lo que no implica, en absoluto, que el lector tenga en sus manos sólo un borrador o unos esbozos o tentativas de un proyecto narrativo. Si prescindimos del elemento que la autora no pudo desplegar en todo su potencial desarrollo ni llevar hasta su final —la trama o intriga—, pronto advertimos el grado de redondez o perfección alcanzado en lo que respecta a otros de los elementos que componen una novela, lo cual denota la destilación de la idea en la mente de la autora. Porque no estoy hablando sólo de la “calidad de página”, de la escritura propiamente dicha. Es lo que se espera de Ana María Matute, dada su dilatada trayectoria previa. Aunque podía no haber sido así, estando la novela en una fase todavía lejana de su final. Y sin embargo, la autora procedía ya a una revisión y poda contundentes, a juzgar por las páginas del mecanoescrito corregido que se reproducen en el interior del tomo. La maduración de la fábula se aprecia asimismo en el pulso narrativo —apenas hay desfallecimientos—, en el modo en que se va desplegando una historia tensada por una serie de leit-motif deudores del singular mundo de la escritora y que incluyen espacios como el bosque o el desván, elementos de rango simbólico como el espejo o una luciérnaga, o temas y conflictos que atañen tanto a las ideas y sentimientos como a los impulsos inconscientes o las figuraciones de unos personajes a quienes vemos nítidos desde su primera aparición.

“Algunas noches el Coronel oía llorar a un niño en la oscuridad. Al principio se preguntaba quién sería, puesto que hacía muchos años que en la casa no vivía ningún niño. Sólo quedaba, en la mesilla de noche de Madre, una fotografía sepia, una sonrisa transparente y errática —quien sabía ya si de Madre o del niño—, flotando en la noche como una luciérnaga alada”.

 Así arranca Demonios familiares, en los albores de la guerra civil española, cuando Eva, postulante a novicia en el convento donde había estudiado interna desde los siete años, es obligada a abandonarlo para regresar a casa de su padre, el Coronel, y se siente invadida por una oscura desazón y un ansia de venganza, aunque de momento ignore la causa. El relato prosigue hasta octubre de 1936,


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 @níb@l  2015

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