jueves, 15 de enero de 2015

Puerto Madero KK




PUERTO MADERO Y LOS NUEVOS RICOS K  

Los conchetos de Cristina

El libro “El barrio del poder” reconstruye la historia de la zona porteña más emblemática de las dos últimas décadas. Desde los secretos de Faena hasta el desembarco de los funcionarios del FpV. Galería de imágenes.


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Puerto Madero. Su nombre se debe a Eduardo Madero, uno de los comerciantes de la ciudad que presentó tres proyectos de puerto. El último fue aprobado por Julio Argentino Roca en 1882.
Puerto Madero. Su nombre se debe a Eduardo Madero, uno de los comerciantes de la ciudad que presentó tres proyectos de puerto. El último fue aprobado por Julio Argentino Roca en 1882. | Foto: Cedoc Perfil
No sólo de empresas fantasma se alimenta el homo político enriquecidos que evolucionó en Puerto Madero. Si cuenta con buen asesoramiento femenino, incluso puede diversificar sus negocios en actividades menos rentables pero con mejor imagen. Y que de paso ayudan a justificar dinero.
El subsecretario de Legal y Técnica, Carlos Liuzzi, imputado por enriquecimiento ilícito (según sus propias declaraciones juradas incrementó su patrimonio 38 veces desde que entró a trabajar a la Rosada) es el dueño, por caso, de Iobella Puerto Maderoel más flamante spa del barrio. Lo puso en sociedad con Thaiss Hidalgo, una joven y sensual abogada que es a la vez su pareja y jefa de gabinete.
Tal vez no es la más rendidora de sus inversiones: tiene una constructora dedicada a la compra y venta de departamentos de lujo en Puerto Madero y se investiga su participación en una consultora que él mismo habría contratado en la función pública. Pero todo suma y ahí está el nuevo centro estético, tentando a mujeres deseosas de verse mejor gracias a la radiofrecuencia y la electroporación, la reactivación enzimática celular y el auxilio final de una cápsula de ozonoterapia para reducir la grasa. Traducido: casi todo se trata de hacer gimnasia dentro de un aparato que emana calor. Pero habrá que creerles a diosas como Zaira Nara, Isabel Macedo y Andrea Frigerio, que le agradecen al método sus envidiables figuras.
Liuzzi y su mujer casi no van al spa. Pero quienes menos los quieren en Balcarce 50 cuentan que hicieron casting de empleadas entre las chicas más despabiladas del personal de la Rosada. Todo con mucha reserva. Ni siquiera en la tarde inaugural vencieron su resistencia a la exposición. Hubo música electrónica, rico catering, Sofía Zámolo y Silvina Luna ponderaron el método ante las cámaras de los programas chiveros de cable, pero de los dueños, ni noticia. La palabra oficial quedó a cargo de una gerenta jovencita.
Es que a los dos meses de que la pareja surgida al calor de la Casa Rosada creara la empresa Sybella SRL para la explotación del centro de estética, en marzo de 2013 el juez Oyarbide hizo una escandalosa revelación que sacó a “el rubio” Liuzzi de la sombra en la que había conseguido refugiarse: que el hombre, la mano derecha de Carlos Zannini, lo había llamado para frenar un allanamiento en la financiera Propyme, de su amigo Guillermo Greppi. La confesión fue una aliviadora catarsis, según explicó su señoría.
Meses antes, Oyarbide había archivado una causa contra el mismo Liuzzi por supuesto enriquecimiento ilícito, impulsada por el abogado Ricardo Monner Sans en base a denuncias periodísticas de Perfil y Clarín. Lo que en Palacio llaman cintura judicial: una de cal y otra de arena. O el callejero ajuste de cuentas en versión diplomática.
Pero la Cámara Federal reactivó la causa en junio de 2014. Y con onda expansiva: también se investiga el patrimonio de su actual pareja, de un hijo y de una hermana, todos empleados en la Secretaría Legal y Técnica; además del de la ex mujer del funcionario,Gloria Martínez, a quien los amigos de Liuzzi le tienen cierta desconfianza. Temen que se convierta en la típica mujer despechada que desmorona las coartadas mejor plantadas. Porque detrás de los enamorados de Puerto Madero hay una separación escandalosa.
Gloria Martínez –prima hermana de la actual esposa del Chino Zannini y funcionaria de la radio y tevé pública– tuvo que afrontar el divorcio después de un largo matrimonio, tres hijos y una apacible vida compartida en el country Los Lagartos, cuando Liuzzi se enamoró de su asistente 25 años menor. El funcionario procuró un distanciamiento civilizado, pero no pudo evitar que la bronca de la mujer se filtrara del exclusivo barrio privado de Pilar donde vivían.
En la crisis de los cincuenta y pico, y cuando los frutos económicos de la carrera política del marido empezaban a impactar beneficiosamente en el estilo de vida familiar, la mujer histórica tuvo que verlo irse con Thaiss del Corazón de Jesús Hidalgo, una chica inteligente y linda oriunda de Cañuelas, a refundar una vida de alta gama en Puerto Madero.
La love story de Carlos y Thaiss anida en el piso 42 de una de las dos torres Mulieris; las mismas que eligió el mentor barrial Carlos Grosso. Son departamentos muy requeridos por la calidad de sus detalles, como los muebles de cocina y vestidores italianos, y por la vista maravillosa que ofrecen sus livings semicirculares.
Antes de llegar tan alto, Liuzzi tuvo un departamento en Terrazas del Dique, el complejo de nueve pisos diseñado por los Fernández Prieto sobre Juana Manso, por el que han pasado muchas de las primeras figuras del elenco gubernamental. En ese anillo de cuatro edificios, cuyas seis entradas llevan nombres de aves, algunos funcionarios invirtieron –como él en Las Gaviotas–, otros alquilan y unos menos sinceran vivir de prestado.
El estigma de la pizza con champán fue cediendo con el correr de la década, a partir de un hecho simbólico: varios años antes de que los inmuebles millonarios de Puerto Madero pasaran a integrar las declaraciones juradas de los funcionarios públicos, el desembarco de El Jefe en el territorio maldito fue el guiño que dejó habilitada la nueva era.
Menem lo hizo, pero el kirchnerismo lo conquistó (...)
—Llamó un señor Cristóbal López pidiendo una oficina –le avisó el gerente de alquileres de IRSA a un asesor directo de Eduardo Elsztain.
 —¿Quién?
El hombre de confianza de Elsztain creyó que era una broma. Pero igual respondió al llamado. Y sí, era Cristóbal López.
En su búsqueda apurada de un búnker para Néstor Kirchner, después de sondear al broker Rodrigo Fernández Prieto –que todavía lamenta la lentitud de sus reflejos– el empresario patagónico no había querido perder tiempo y avanzó en otra dirección.
El empleado que lo atendió le había pasado un precio que Cristóbal se disponía a pelear como si fuera un secretario más del flamante ex presidente.
—Fue ridículo –evoca ahora el negociador inmobiliario–. Me quedé con la impresión de que con esa gestión quería dejar su huella en el alquiler de una oficina para Kirchner. Pero al final Eduardo (Elsztain) me dijo: “Démosela por un tiempo, como un aporte a Néstor”.
En aquel momento se dejó trascender que la Fundación Calafate había alquilado la oficina de 250 metros cuadrados para su jefe, en un intento de aplacar los rumores que despertaría una cesión de cortesía por parte del hombre fuerte del real estate que mantenía intereses en la zona sujetos a la aprobación oficial.
Así, entre gestores informales que pujaban por anotarse un favor, es que el flamante ex presidente consiguió sede para ejercer el doble comando presidencial: un cuarto piso en el edificio Costero de Olga Cossettini y Encarnación Ezcurra, frente al dique 2. Un piso debajo suyo, ya disfrutaba de las vistas al dique Mario Montoto, que de mano derecha de Firmenich en Montoneros pasó a ser empresario de servicios e insumos para las fuerzas de seguridad.
La Puerta de Hierro kirchnerista, por la que desfilaban funcionarios, empresarios y sindicalistas, al líder nunca le terminó de cerrar. Y no porque tuviera prejuicios con el barrio en el que poco después de aquel verano de 2008 sumaría propiedades a su patrimonio. Se argumentó que le molestaba que sus visitantes debieran presentar DNI en la recepción del edificio, que les costara encontrar estacionamiento.
Pero varios de los que lo han visto hablar por teléfono a los gritos en la terraza del edificio, donde se escapaba cada tanto en busca de soledad, creen que su mayor problema era verse marginado del poder en un absurdo departamento con pocos muebles, ningún cuadro y cinco pantallas de tevé. Volver a atender en Olivos fue la manifestación espacial de su negación a resignar el mando.
El saldo más importante de esos meses que Kirchner pasó en Puerto Madero fue legitimarle su uso a la generación de funcionarios cuya oratoria lo concebía, hasta poco tiempo atrás, como un emblema territorial del peronismo traidor. Ya con Cristina viuda se sabría que, además de ser el barrio adoptivo de Amado Boudou, lo habían elegido los Kirchner para aumentar sus inversiones inmobiliarias: tienen propiedades en el Madero Center, el mismo edificio donde vive el vice.
“Tanto nos criticaban a nosotros y ahora es Tierra Santa”, se quejó Eduardo Menem. Pero nadie se molestó en responderle. Estaban ocupados mudándose. Los funcionarios más cercanos a la Presidenta fueron actores protagónicos en la ocupación de la ribera. (...)

Aníbal Fernández siempre vivió con culpa su gusto por Puerto Madero. Pero sus siestas en Terrazas del Dique, mudadas luego al más confortable Terrazas del Yacht, se hicieron vox pópuli. En ese pied à terre se refugiaba con su actual pareja y mano derecha desde los 90, Silvina Zabala, antes de disolver un largo matrimonio de más de veinte años con María del Carmen Barreiro. Y también compartía mediodías en los coquetos restós más discretos de la zona con su amiga Andrea del Boca.
Eran años en que “el Fernández fiel” –a la causa política, se entiende– daba rienda a su perfil seductor de político ricotero, nada que ver con el rock fashion de Boudou. Y le enviaba flores con admiración a la conductora Viviana Canosa.
En febrero de 2010 la revista Noticias quebró el tabú que mantenía silenciada la doble vida del superfuncionario de un gobierno que hizo de los derechos humanos su bandera y había impulsado la “ley del nombre” pero no le daba el suyo a una hija extramatrimonial. Dijo que de su vida privada no hablaría, pero algo empezó a cambiar.
A fines de ese mismo año, Fernández eligió el hotel Hilton de Puerto Madero para celebrar públicamente los 15 años de la hija que comparte con Silvina Zabala. Fue una gran fiesta a la que asistió lo más encumbrado del gobierno nacional y una cantidad desbordante de efectivos de seguridad.
Separado de su esposa y blanqueada la relación con Zabala, Aníbal podría ahora mostrarse sin reparos en su barrio adoptivo, pero cada vez que tiene ocasión aclara que no vive en Puerto Madero sino en Quilmes, acaso por razones de marketing político.
La última vez que hizo la salvedad fue cuando lo despojaron en plena calle de su auto BMW con menos de un año de uso, un sábado a la noche en el que se dirigía al hogar quilmeño después de comprar en Puerto Madero nueve tartas de humita y de puerros. El auto apareció esa misma noche en San Telmo. No así los anteojos ni el iPad de Aníbal. Ni la cena made in Madero que llevaba en el baúl, porque en los alrededores de su hogar oficial parece que tartas así no se consiguen.
La elite oficialista que hace uso pero no es propietaria en el barrio se instaló masivamente en los primeros edificios levantados por la constructora Fernández Prieto en los diques del centro. Pero una segunda generación de funcionarios se volcó al más flamante emprendimiento del mismo grupo constructor, desarrollado en sociedad con Brito: Zencity, en el más aislado dique 1.
Antes de que se le cumpliera el deseo escapista (y con buena coartada, como embajador en Bélgica), el ex ministro de Economía, Hernán “me quiero ir” Lorenzino, ocupó una de sus unidades. Y también se lo ve en el complejo al gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, con la vista embriagada por esas chicas salidas de calendario que se esparcen en las reposeras del que se promueve como “el complejo habitacional más moderno de Puerto Madero”.
Quien también tiene un asilo portuario, pero en la más elegante torre El Mirador, es el intendente K de Carlos Casares, Walter Torchio. Casado con Andrea Grobocopatel, la hermana del rey de la soja, el político para en su amplio departamento cuando pasa por la Capital con la discreción que caracteriza a toda la familia.
Igual que varios barones bon vivants del Conurbano como Juan José Mussi –el hombre fuerte de Berazategui– y Julio Pereyra –eterno intendente de Florencio Varela–, seducidos por el barrio del poder pero bien entrenados en el uso de sus propiedades con disimulo.
Una invisibilidad apenas comparable con la del jefe de la SIDE Héctor “el Chango” Icazuriaga que, si no se montó alguna operación de inteligencia para despistar, sigue habitando las alturas de El Faro, el edificio al que el sindicalista José Pedraza espera volver si se le concede el beneficio de la prisión domiciliaria gracias a sus 70 años cumplidos y un cierto deterioro cognitivo. Alienta así la esperanza de morigerar la sentencia a quince años de prisión que lo metió en el penal de Ezeiza por haber instigado el asesinato del militante ferroviario Mariano Ferreyra.
Ese edificio fue el más alto de Puerto Madero hasta que las torres Mulieris aventajaron a El Faro por algunos metros. Una carrera de altura que no se detiene y en la que pronto ganará la torre del Alvear, que promete ser la más alta del país con 235 metros, en la queel ministro de Salud, Juan Manzur, habría invertido 5 millones de dólares en la venta de pozo, para garantizarse una unidad y acaso un confortable retiro. (...)

@nib@l  2015

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