En una pequeña ciudad de Misisipi, un domingo de octubre de 1988 se encuentra el cadáver de Seth Hubbard, un acaudalado propietario, colgado de un árbol. En su casa ha dejado una nota de suicidio, donde cuenta que ha decidido acabar con los sufrimientos que le ocasionaba el cáncer de pulmón que padecía. El racismo sigue siendo un elemento palpable en esta localidad. Jake Brigance, un abogado blanco, es uno de los pocos sin prejuicios raciales. El lunes por la mañana, Jake recibe un sobre con el nuevo testamento de Hubbard, que revoca el anterior, y con el que el difunto deshereda a sus dos ex esposas y a sus hijos. El noventa por ciento de sus propiedades las heredará Letitia Lang, una mujer negra a quien Hubbard contrató para las labores domésticas hace tres años, y que después se convirtió en su cuidadora. La controversia que suscitará el contenido del nuevo testamento convertirá la inevitable demanda legal en un auténtico circo donde la familia recurrirá a todo de tipo de argumentos para impugnar la última voluntad del fallecido.
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@níb@l 2018
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