Fabulas de robots
Lem, siempre otorga a sus relatos el aire de un cuento de hadas clásico. Los personajes protagonistas son reyes (sobre todo, reyes caprichosos y tiránicos: muy poco recomendables), princesas (muy enamoradizas, claro), nobles héroes, principescos o no, en busca precisamente de la princesa de sus sueños, ambiciosos consejeros que sueñan con derrocar al rey al que sirven con hipócrita servilismo, guerreros a la busca de un tesoro casi imposible, sabios concentrados en la resolución del secreto de la vida… El mundo en que se desarrollan sus andanzas, por mucho que nos haga viajar entre planetas y estrellas, entre nebulosas y constelaciones, es un correlato bastante exacto de nuestro entrañable medievo, el medievo de los cuentos de hadas, el que todos aprendimos de pequeños en las historias o en las películas de la Bella Durmiente, de Blancanieves o del rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda.
En esas fábulas brilla con luz propia un sentido de la onomástica absolutamente deslumbrante, que se basta por sí solo para otorgarle el peculiar sabor del cuento infantil. Nombres como los de la princesa Aurentina, el sabio Dióptrico, el rey Cruelio, los reinos de Crionia, Acuacia o Ciberia, o los pueblos de los platinidas o los seléctritos son buena muestra de ello. (Por supuesto, reconocimiento admirado a la labor de la traductora al español de estas historias y de todas las otras de que trato en este artículo, la inconmensurable Jadwiga Maurizio, dueña asimismo de una prosa de una ligereza muy especial.)
A causa de innumerables presiones, demandas y/o amenazas de inquisidores digitales (grupos editoriales y sus representantes legales), desde el 13-05-17, me veo obligado a dejar de compartir toda clase de archivos que incluyan la descarga de e-libros .
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@níb@l 2020
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