Trufas para el comisario
En la pequeña localidad de Banon, en la Alta Provenza, los campesinos viven de la cría de cabras y, sobre todo, del lucrativo comercio de la trufa. ¿Quién le iba a decir al comisario Laviolette —dispuesto a degustar en forma de tortilla poco cuajada el delicioso hongo de la región— que se encontraría con un buen montón de cadáveres y que una cerda llamada Roseline sería su mejor aliada? ¿O que se toparía con una sepultura de los protestantes expulsados por la iglesia cuatrocientos años atrás, y que, tras una serie de estrepitosos fracasos, la solución al caso surgiría ante él por azar, en una comunidad plagada de odios larvados y viejas supersticiones?
Publicada originalmente en 1978, la inteligente y atmosférica obra de Pierre Magnan —sin duda uno de los grandes nombres de la novela negra europea—, a mitad de camino entre Fred Vargas y Jean Giono, es un auténtico festín de ironía, sutileza y oscuridad
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@níb@l 2019
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