Para morirse muerto: el convento era una casaquinta y las monjitas, unas chicas amigas
Una imperdible investigación de la periodista Alicia Barrios para el diario Crónica revela que las monjas no eran monjas y el convento era la casa de monseñor Di Monte.
No es un convento. Es la casa de monseñor Rubén Di Monte, en General Rodríguez. Es el lugar donde eligió vivir su retiro como arzobispo de la Diócesis Mercedes Luján. Las mujeres, que allí lo acompañaron con fidelidad absoluta, son laicas consagradas, no son monjitas, ni hermanas de orden alguna.
Consagrarse a Dios es algo privado, no hace falta pertenecer a ninguna congregación. Se visten como monjas, pero no lo son. Son tres mujeres que profesan su fe por la Virgen de Fátima, que siguieron con lealtad e incondicionalidad a monseñor Di Monte, que abrazaba la misma devoción, y lo acompañaron hasta el final de sus días.
El lugar no está reconocido por ninguna Diócesis. Es un espacio de retiros espirituales. La jerarquía eclesiástica lo sabe y no lo aclara. Por ejemplo, es como si las amigas de Bergoglio, quienes lo siguen en la fe, la devoción por San José, su pensamiento y obra, decidieran acompañarlo ofreciendo su vida al servicio de Dios. Lo eligieran como referente a él y, para tal fin, se alojarían en Santa Marta y siendo laicas usarían hábito de religiosas.
Monjas son las Carmelitas Descalzas. Las hermanas que están en las escuelas, las misas, muy activas, son religiosas. La relación entre Di Monte y Bergoglio estaba en las antípodas. Los enemigos de Su Santidad, como Esteban Cacho Caselli, ex embajador argentino en el Vaticano durante el período de Carlos Menem, eran como ángeles de la guarda para monseñor Di Monte.
No tan sólo eso, promovió como su obispo auxiliar a Óscar Sarlinga, quien como arzobispo de Zárate-Campana estuvo vinculado para desplazar a Bergoglio de Buenos Aires y ocupar su lugar. Hoy, está retirado, se vio obligado a renunciar por denuncias de corrupción y faltas de conducta graves.
Una perla: Alba, una de las laicas consagradas que sobreviven en la casa de Di Monte, viniendo con el ex monseñor Sarlinga -aún sacerdote- en un largo viaje, le manifestó sus ganas de comulgar. Él detuvo la marcha del auto, abrió el baúl, armó un pequeño altar y le dio la eucaristía. Ella, agradecida, le dijo: “Te voy a hacer obispo”. Cumplió con su palabra.
Si hay algo de lo que no se puede dudar es de la estrecha relación que José López mantenía con Di Monte y continúa con sus familiares. Se lo puede ver en YouTube como uno de los principales oradores en el 60º aniversario de sacerdote del monseñor. Es cierto que las laicas consagradas no tienen nada que ver, pero que saben, saben. Y mucho. Los conocen a todos. Son años.
@nib@l 2016
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