Nadie tiene la bola de cristal para saber cuánto tiempo dura la paciencia social. Es una actitud muy subjetiva, difícil de domesticar o de colocar en una planilla de cálculo. La paciencia de una comunidad es un cuenco que se va llenando de broncas, frustraciones y expectativas no cumplidas y que el día menos pensando se desborda y mancha todo lo que está a su alrededor.
Esta situación ya la padeció Carlos Menem. Mientras la convertibilidad del uno a uno le dio resultados de estabilidad, al presidente lo veían alto y de ojos azules y los argentinos le permitían cualquier barbaridad: jugar al básquet con los Globetroters , volar a 200 km por hora con una Ferrari, cholulear con los Rollings Stones y hasta guardarse algunos vueltos en causas de corrupción. Menem parecía invencible. Nada deterioraba su imagen. Ninguna metida de pata afectaba su relación con la sociedad. Hasta que la economía empezó a mostrar sus primeras debilidades y desembocó en crisis. En ese momento, los ciudadanos recuperaron la memoria y le empezaron a pasar todas juntas las facturas acumuladas. De golpe, Menem cayó en las encuestas y entró en un tobogán, incomprensible para muchos. ¿Qué había pasado?Muchas de las cosas que había hecho antes y que habían sido tomadas como cuestiones transgresoras y simpáticas se transformaron en frivolidades que indignaron a gran parte de los argentinos. Aquel presidente seductor pasó a ser sucio, feo y malo. En muy poco tiempo pasó de ser un hombre astuto a ser un ladrón hecho y derecho. Los problemas económicos habían derribado la compuerta de la paciencia y la tolerancia
Por eso se equivocan los estrategas de Cambiemos. Muy sueltos de cuerpo y con cierta soberbia dicen: “Nada de esto nos afecta. No bajamos casi nada en las encuestas”. No mienten, pero se equivocan. Como todos los que llegan al poder, creen que la popularidad es para siempre. Y la realidad indica todo lo contrario. Un Nicolás Dujovne evasor de 20 millones que tiene parte de su fortuna en el exterior; un Juan José Aranguren que se niega a repatriar los millones de dólares que atesora en el exterior; una Aída Ayala que al parecer favoreció a una empresa en la licitación de la basura; un Luis Caputo que tiene que explicar los extraños vericuetos de empresas off shore, cuentas en guaridas fiscales y roles de testaferros disimulados, un Jorge Triaca que maltrata a una empleada que la tiene negro y encima le da un incomprensible empleo en un gremio intervenido son botones de muestra. Tal vez no sean delitos, pero son grandes manchas en la bandera ética de un gobierno que puso la vara muy alta. Son dilemas nuevos en la Argentina. Al revés de lo que ocurrió durante más de 12 años de kirchnerato. La mayoría de los funcionarios pinguinos llegó pobre al gobierno nacional y se fueron ultra millonarios como nunca en la historia. En el caso de Cambiemos, muchos llegaron ricos, producto de su exitoso desempeño en la actividad privada y varios de los mecanismos que utilizaron, hoy están cuestionados en su transparencia más allá de que la justicia los califique o no como delitos.
El gobierno de Macri debería estudiar la época de Carlos Menem. Y comprender que todas estas actitudes cuestionadas por un sector de la sociedad, si la economía comienza a repetir malas noticias, se transforman en un tsunami que tira abajo hasta las mejores imágenes positivas.
Y la verdad, es que hasta ahora, la mezcla de inflación indomable y los tarifazos están cargando la cuenta del mal humor social, sobre todo entre el núcleo duro de votantes de Macri. El gobierno especula con la división del peronismo, con sus patéticas imágenes donde aparecen algunos de sus peores fantasmas y con el alto rechazo que existe hacia la figura de Cristina. Pero insisto, eso es jugar con fuego. Cristina tiene un 20% de respaldo a nivel nacional y Macri un 37%. Es cierto que Macri está a un par de puntos de ganar una probable reelección en primera vuelta. Pero también es cierto que si aparece un liderazgo nuevo que despierte expectativas puede captar al 43 % que no confía ni en Macri ni en Cristina.
El gobierno debe ser más cuidadoso, más autocrítico para encontrar soluciones económicas y el presidente Macri tiene que tener más firmeza para castigar a los que, sin cometer delitos graves, deterioran la ética del gobierno con actitudes personales incomprensibles.
Debe comprender que lo que la sociedad le tolera al peronismo no lo permite en Cambiemos. Así son las cosas. Así es la realidad y Macri debe operar sobre esa realidad. Debe dar el ejemplo de la virtud y eso va a potenciar su liderazgo. Mirar para otro lado es el peor remedio.
Yo sé que Nicolás Dujovne no es Cristóbal López. El zar del juego, entre otros delitos graves se apropió de 8 mil millones de pesos nuestros que hoy ya superan los 17 mil millones. Y que ese robo lo quieren disfrazar de evasión impositiva. Fue un modus operandi en todas las empresas de Cristóbal que devolvió esos favores con coimas disfrazadas. Esto yo lo conozco y lo vivo criticando hace años. Pero que el actual ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne haya cometido el delito de evadir 20 millones de pesos y que el blanqueo que hizo este gobierno haya funcionado como una amnistía lo libera de tener que dar explicaciones ante la justicia pero no de dar explicaciones ante la sociedad. Y como si esto fuera poco, el funcionario que tiene la responsabilidad de hacer despegar la producción y el crecimiento en este país, tiene la fortuna de 74 millones de pesos depositada en un banco del exterior. Esto es inadmisible. Y Macri lo sabe. O debería saberlo. Tal vez para el presidente, sea algo comprensible y habitual, pero la inmensa mayoría de los ciudadanos que con paciencia y tolerancia están esperando que baje la inflación y mejore su situación, no lo es. Por ahora tienen tolerancia y paciencia y hasta esperanza y se las están bancando. Pero no tienen un solo amigo que haya evadido 20 millones o que tenga 54 millones en otro país. Hasta Marcos Aguinis acaba de pedir la renuncia de Dujovne. Y nadie lo puede acusar de anti macrista.
Yo sé que Juan José Aranguren no es Julio de Vido. El gerente de la corrupción de estado de Cristina está preso y casi todos los negociados sucios estuvieron bajo su responsabilidad. Fue el autor intelectual y material del asesinato de la energía, entre otros daños que le produjo al estado. Eso yo lo conozco y lo vivo criticando hace años. Pero que el actual titular de la cartera de Energía, el encargado de dar las malas noticias de los tarifazos que dinamitan el bolsillo del ciudadano común, diga que cuando tenga confianza en el país va a traer el dinero que tiene depositado afuera, me parece de una insensibilidad política que lo descalifica.
Y eso que respeto y valoro mucho a Aranguren. Fue un directivo que llegó muy alto por su capacidad en una empresa multinacional y eso habla de su capacidad intelectual. No tiene ninguna sospecha de corrupción y se bancó como muy pocos empresarios el enfrentamiento con Guillermo Moreno y la locura kirchnerista. Tuvo que afrontar más de 50 juicios. Tuvo coraje y responsabilidad ciudadana. Pero las dos figuras principales de Cambiemos fuera del PRO, lo criticaron duramente: Elisa Carrió y Alfredo Cornejo. Encima hay más de una docena de altos funcionarios que tienen sus ahorros fuera del país.
Yo sé que Aida Ayala no es Milagro Sala. La comandante tupaquera se robó el dinero que Cristina le mandaba para construir viviendas populares, fue patotera y maltratadora con las mujeres especialmente y extorsiva con todos y como si esto fuera poco, hoy se conoce que viajó 80 veces al exterior. Está presa en la mansión que se construyó con el dinero de los más humildes de Jujuy. Eso yo lo conozco y lo vivo criticando hace años. Pero que la actual diputada chaqueña Aída Ayala haya direccionado la licitación de la basura a cambio de coimas que surgieron de los sobre precios, es un delito clásico que si existió, debe castigarse con todo el peso de la ley como a los integrantes de cualquier otro partido. Ayala fue la intendenta radical en Resistencia y tuvo que pelear contra los gobiernos nacional y provincial de signo kirchnerista y eso la enaltece. Pero si violó la ley debe rendir cuentas ante la justicia y el Congreso le debe quitar los fueros, tal como ocurrió con Julio de Vido.
Yo sé que Luis Caputo no es Lázaro Báez. El amigo, cómplice, testaferro y/o empleado de los Kirchner batió todos los records de enriquecimiento ilícito del que se tenga memoria. Más de mil vehículos, propiedades por todos lados, estancias con extensiones dignas de los mayores terratenientes, lavado de dinero y cuentas repletas de dólares sucios en Suiza y otros lugares a nombre de sus hijos, lo definen. Más corrupto, imposible. Eso ya lo conozco y lo vivo criticando hace años. Pero que el Ministro de Finanzas diga que hay una sociedad off shore a nombre de un pariente cercano suyo amerita una investigación judicial y que la Oficina Anticorrupción haya enviado un exhorto a la agencia federal de Estados Unidos que supervisa los mercados financieros. Hay que despejar todas las dudas. Todo tiene que estar más claro que el agua. Y por ahora, no es así.
Yo sé que Jorge Triaca no es José López. Revolear 9 millones de dólares en un convento a la madrugada con una ametralladora a su lado, hizo que López fuera abandonado hasta por sus viejos compañeros del kirchnerismo. Fue operador del cártel del saqueo al estado que lideraron Cristina y don Julio con la obra pública. Un delincuente que robó a los que robaron. Eso ya lo conozco y lo vivo criticando hace años. Pero que el ministro de Trabajo, nada menos, haya tenido una histórica empleada en negro y la haya maltratado es indefendible. Y que por arte de magia esa señora haya aparecido cobrando un sueldo en la intervención del gremio del Pata Medina no tiene perdón de Dios aunque si de Mauricio Macri y su equipo, el mejor de los últimos 50 años, cosa que en varios casos, también está en dudas.
Y finalmente, yo sé que Mauricio Macri no es Cristina. Ella y su asociación ilícita fue la persona que más daño le produjo a la Argentina. En lo moral, en lo económico, en lo cultural y en lo político. No hay dirigente más corrupta y autoritaria que Cristina. Eso ya lo conozco y lo vivo criticando hace años.
Pero el presidente de la Nación pidió que los periodistas le digan la verdad y el prometió decir la verdad. Y la verdad es que mucha gente está haciendo un esfuerzo descomunal para atravesar este desierto económico porque cree en su promesa de que vamos hacia la tierra prometida de bajar la pobreza y la inflación y aumentar el trabajo y el crecimiento. Esa gente que aprieta los dientes, que se ajusta el cinturón todos los días y que se banca defender al gobierno en todas las discusiones, esa gente merece tener un gobierno impecable, sin una sola mancha en su ética. Y un presidente que no le tiemble la mano a la hora de repartir premios y castigos. Y no vengan con ese verso de que estos grandes empresarios se están sacrificando por nosotros. Acá y en la China, los únicos que se sacrifican son los que más sufren y menos ganan. Y si algún ministro piensa que nos está haciendo un favor a los argentinos, que sepa que ser ministro es un honor y que si no le gusta, nos haga el favor de volverse a su casa. O a su empresa. Hay varios ejemplos femeninos que pueden funcionar como ejemplo en este gobierno. Hablo de María Eugenia Vidal, Elisa Carrió y Graciela Ocaña, entre otros. Se puede hacer política con honradez y no hace falta venir siempre de la actividad privada para ser eficiente.
En Cambiemos puede faltar tiempo o dirigentes capacitados. Pero no puede faltar ética. La paciencia y la tolerancia tienen un límite. Y cuando ese límite se supera, ya es demasiado tarde para lágrimas.
@nib@l 2018