Matar a Lutero
Era medianoche cuando el grupo de caballeros abandonó la ciudad. Los cascos de los caballos repiquetearon en el empedrado de sus calles hasta atravesar el Rin, la antigua frontera entre el civilizado mundo de Roma y los bárbaros. No habían tenido tiempo para recoger el equipaje, tan grave era la amenaza que se cernía sobre el protegido del príncipe Federico de Sajonia, y no había tiempo que perder.
El grupo era reducido, solo tres escoltas y el propio Lutero que cabalgaba torpemente sobre el caballo, poco acostumbrado a montar. El pobre monje se esforzaba por no retrasar el paso de su escolta. Mientras los fugitivos recorrían los campos próximos a la ciudad, sus habitaciones eran registradas por soldados del emperador Carlos. El capitán Felipe Diego de Mendoza se quejó: `Alguien les ha advertido, ahora tendremos que seguirlos por toda Alemania`.
A causa de innumerables presiones, demandas y/o
amenazas de inquisidores digitales (grupos editoriales y
representantes legales), desde el 13-05-17, me veo
obligado a dejar de compartir toda clase de archivos que
incluyan e-libros .
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por este paupérrimo blog, por favor avísenme y prometo
desincorporar sus datos en forma inmediata... GRACIAS.
@níb@l 2017
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