El paciente
Tras la primera y exitosa operación quirúrgica llevada a cabo por ARTIE, un robot fabricado para realizar intervenciones neurológicas de alta precisión, el Centro Médico Eastern de Massachusetts salta a la palestra informativa internacional. Un rotundo éxito que no pasará desapercibido para el abyecto criminal Claude Malloche, a quien se le ha diagnosticado un tumor cerebral y que verá en ARTIE la única vía para salvar la vida.
Habían bastado un par de días para que la revolucionaria operación, realizada a la gimnasta olímpica Marci Shelprow, colapsara el Centro Médico Eastern de Massachusetts de periodistas y cámaras de televisión. La noticia valía la pena, ya que se trataba de una intervención de neurocirugía cuya eficacia futurista amenazaba con remover los cimientos de esta especialidad médica. ARTIE, un robot cirujano de apenas dos centímetros de largo y uno de ancho, había sido capaz de realizar una intervención quirúrgica imposible para la destreza humana.
Para la neurocirujana Jessie Copeland, aquel descubrimiento monopolizaba cada minuto de su ya apretadísima y curiosa agenda: atender a la prensa, hacer de niñera de un burócrata interesado en hacer una donación económica, satisfacer las peticiones imposibles de su jefe y su florida egomanía. Además, debía hacerse cargo de la extensa lista de pacientes dispuestos a depositar sus escasas esperanzas en aquel nuevo ingenio de la medicina. Una esperanza compartida por muchos enfermos terminales, incluido el perverso Claude Malloche, un ser maquiavélico y despiadado, y el hombre más buscado del crimen organizado. Un delincuente ahora dueño de la lucidez propia de los desahuciados y absolutamente consciente de que en ARTIE radica su última posibilidad de salvar la vida.
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