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miércoles, 7 de diciembre de 2016

Ahora sí, arranca Cambiemos

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Ahora sí, arranca Cambiemos


Alejandro Borensztein

Bueno, ahora sí. Finalmente arrancó el gobierno de Cambiemos y comenzó una nueva etapa en la Argentina.
El próximo sábado se cumplirá un año desde la salida del viejo gobierno y la llegada del nuevo. Doce meses desde que el pueblo recibió con entusiasmo al presidente entrante Mauricio Macri y despidió con todos los honores al presidente saliente Federico Pinedo.
Sin embargo, aunque los gobiernos asumen en una fecha determinada, eso no quiere decir que arranquen ese mismo día. Los gobiernos no empiezan cuando se supone que empiezan sino que lo hacen bastante tiempo después.
En principio, tienen que aprender dónde quedan los despachos, si hay que pintarlos, en qué cajones guardaban las cosas los que se fueron, dónde les dejaron los papeles, los controles remotos, los números de teléfonos, desconectar micrófonos, desactivar las bombas que les dejaron, etc etc. Todo eso lleva tiempo.
Además tienen que conocerse entre ellos.
-“Hola, mucho gusto, soy la ministra Carolina Stanley - dice Carolina Stanley - y necesito que antes de irte me dejes en la cocina unos 30.000 palos para que Emilio Pérsico y sus muchachos no me incendien el Conurbano”.
-“Ah, un placer… yo soy Prat Gay - dice Prat Gay - , me olvidé la billetera pero llamame la semana que viene y vamos viendo”.
Y así, de a poco, van entrando en confianza hasta que llega un día en que se van todos juntos de campamento a Chapadmalal y hacen la primera partuza ministerial.
Entre paréntesis y al respecto, pregunta: cuando el presidente, la vicepresidenta, el jefe de gabinete, los ministros y principales funcionarios de un gobierno se van todos juntos a meditar, quién se queda gobernando? No sé, lo dejo para que lo piensen.
Volviendo al punto, quiere decir que desde la asunción del mando hasta la partuza hay un período inicial de estupor, también conocido como “ur dió, mirá el bolonqui en el que nos metimos”, durante el cual las cosas suelen ser muy confusas y cuesta poner al gobierno en velocidad crucero y nivelado. De esto no se ha salvado ningún gobierno, por lo menos en los últimos 100 años.
Algunos atraviesan este período más rápido que otros. Unos se toman un añito, otros dos, y otros se quedan ahí trabados como le pasó a De la Rúa, que nunca pudo salir de la confusión inicial. Hasta el día de hoy.
Por ejemplo, todos recordamos la hiperinflación de 1989 en el final de Alfonsín pero pocos recuerdan que en el primer año de Menem hubo otra híper, con Erman González como ministro, que llevó la inflación al 2.314% anual en 1990, fuente INDEC AM (Antes de Moreno).
Al año siguiente, en 1991, el Compañero Menem bajó la inflación a un módico 84% anual, y a partir de 1992 la cosa se estabilizó y todo anduvo fenómeno, como así lo testifica el discurso que pronunció el entonces gobernador de Santa Cruz Néstor Carlos Kirchner junto a su excelentísima señora esposa cuando recibieron a Menem en Río Gallegos y lo definieron como “el mejor presidente para la Patagonia después de Perón”. Está en Youtube. Se los ve muy lindos, jóvenes, entusiastas. Preciosos. El hecho de que el acto, las sonrisas, los aplausos y los sandwichitos hayan sido obsequiados por esta simpática pareja cinco minutos después de que Menem indultara a Videla y a Massera, es un detalle que no debe enturbiar el análisis.
En otras palabras, Menem necesitó más de dos años para arrancar a gobernar como Dios manda y hacer todas esas cosas lindas que tanto elogiaron aquellos peronistas que luego se transformaron en kirchneristas para desembocar ahora en esto que todavía no sabemos muy bien qué es, pero que seguramente nos lo van a hacer saber a la brevedad.
Salteando a De La Rúa de quien ya hablamos, Ramón Puerta duró 3 días, entró el 20 de diciembre e hizo el check out el 23 a la mañana.
Adolfo Rodríguez Saá duró siete y Eduardo Camaño tres. Ninguno de ellos estaba para andar perdiendo tiempo con períodos iniciales de confusión y acomodamiento. No llegaron ni a ensuciar las toallas del despacho presidencial. Si me apuran un poco, me animaría a decir que Rodríguez Saá se secó las manos con la misma toallita que le dejó Ramón Puerta.
Es fácil imaginar la secuencia: “Disculpe Sr. Presidente Camaño” -dice el mozo de la Rosada- “quiere un cafecito?, acá tengo el que me pidió el ex Presidente Rodríguez Saá, que todavía está caliente” (el cafecito, obvio).
Lo mismo les pasó a los Kirchner. Arrancaron de una manera tan confusa que durante un tiempo todos nos comimos el amague de que eran buena gente, honestos y preparados.
Pero con el tiempo fueron ganando confianza hasta que se consolidaron como esta batucada de impostores que en diez años recibieron 560.000 millones de dólares más que en la década anterior y sin embargo dejaron 30% de pobres y un páramo de velas y linternas.
Que aquel noble impulso inicial de Lavagna, Ginés, Bielsa, Filmus haya terminado en esta simpática kermesse de Sabbatella, Moreno, D’Elía y Larroque es una prueba contundente de la profunda confusión que suelen tener los gobiernos cuando arrancan.
No me olvido de Duhalde. Lo que pasa es que su período de reacomodamiento fue demasiado breve: un día. Pasó el dólar de 1 a 3 y chau. El estupor quedó del lado de los ahorristas. Para ser honestos, el tipo hizo lo que pudo y la historia le tiene reservado un lugar especial.
Todo esto es para recordarle, amigo lector, que un gobierno nuevo o con poco rodaje, amerita cierta piedad inicial. Obviamente, a esta altura ya no es el caso. La piedad ha prescripto. Sólo queda la gauchada.
¿En qué estamos ahora con esta gente nueva? Muy simple: dejando atrás el período de estupor y acomodamiento, y entrando de lleno a gobernar. Se supone.
Aquí se plantea la pregunta del millón: ¿este gobierno de Macri es tan malo que no puede terminar de salir de la crisis o es tan bueno que pudieron pilotear el desastre que les dejaron y evitar una nueva implosión de la Argentina?
La respuesta bien podría ser aquella del General Perón, pero al revés: “No es que el gobierno sea bueno, sino que los que vinieron antes eran peores”.
Los pobres están contenidos por un sistema de planes sociales como nunca se vio. La clase media putea, pero se la banca porque le cabe la famosa frase de Perón sobre los gobiernos peores, y los ricos son los mismos amargos de siempre que dicen querer vivir en una República seria, pero no están dispuestos a poner un sope hasta que no estén dadas las condiciones. O sea nunca.
¿A qué apuesta Macri? A lo de siempre. Al fútbol. Sabe que en política, como en Boca, lo único que sirve es traer la Copa.
El país no tiene ni autopistas, ni energía, ni trenes, ni señal de celular, ni seguridad, ni hospitales dignos, ni nada. El 50% de La Matanza no tiene cloacas. Con arreglar una sola de estas se terminó la discusión. Esa es la Copa Libertadores de Cambiemos.
En fin, habrá que tener paciencia. Un par de semestres más y arranca el segundo semestre.
Mensaje para el Presidente: mantengan la calma, pero apurate macho.

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@nib@l  2016