El camino a Ítaca
Moscú, 31 de mayo de 1941. Hitler está a punto de invadir la Unión Soviética, pero aún está vigente el Pacto Germano-Soviético. Se respira ambigüedad y doble juego. En este ambiente viciado, el capitán Martin Bora recibe un encargo un tanto pintoresco: desplazarse a Creta, recientemente conquistada a griegos y británicos, para hacerse con sesenta botellas de un vino muy apreciado por Laurenti Beria, el todopoderoso y temido jefe de la policía política de Stalin. Nada más llegar a Creta, aún sacudida por el baño de sangre que acaba de librarse en la isla, Bora recibe la orden de investigar el misterioso asesinato de un arqueólogo suizo, presuntamente a manos de unos paracaidistas alemanes. Se trata de un experto del mundo clásico cuyos estudios sobre el origen de los arios interesan al máximo dirigente de las SS, Heinrich Himmler. Con la ayuda de un impasible comisario griego, el Ulises de Joyce en el bolsillo y la compañía de una peculiar arqueóloga estadounidense que conoce la isla, Bora emprende su particular odisea en busca de la verdad. Un viaje, interno y externo, arrastrando sus dudas y contradicciones vitales por el laberinto cretense mientras sortea el peligro de la resistencia griega y de los no menos amigables paracaidistas alemanes. Lo que no sabe Bora es que este crimen tiene mucho más calado de lo que le han revelado, y que su investigación, como una nueva lucha contra el Minotauro dependiendo del frágil hilo salvador de Ariadna, va a afectar a toda una trama relacionada con el futuro de la invasión de la Unión Soviética. “El camino a Ítaca” es una novela llena de reminiscencias y evocaciones culturales y mitológicas, que Ben Pastor sabe engarzar magistralmente en una trama de intriga, traiciones e hipocresías. Un nuevo caso para el reflexivo capitán Martin Bora que tendrá que hacer grandes esfuerzos para compaginar su ética con el deber en un periodo tan inhumano como los convulsos años de la Segunda Guerra Mundial.