Como todas las casas, la Rosada tiene vida cotidiana. Pero su día a día no se parece al de todos los hogares, porque las decisiones que allí se cocinan modifican la existencia de millones de personas. Poca gente es parte de esa vida: además de los funcionarios y los empleados, están los periodistas acreditados, que permanecen allí muchas horas para conseguir noticias de primera mano. Detrás de cada novedad que ellos divulgan hay historias, anécdotas y episodios que merecen ser conocidos. Un militar se creyó presidente y cuando llegó se enteró de que no lo era. Durante el juicio a las Juntas en 1985, hubo un Falcon viejo, con la chapa oxidada, estacionado varios días en la vereda. Antonio Banderas comió su primer choripán en la terraza, donde por esos años trabajaban telefonistas hot y acudían las "chicas del bolsito". Hay una palmera moribunda en el patio y un ascensor del que Mauricio Macri desconfía. Por la Rosada pasaron muchos funcionarios memorables, y cada presidente dejó algún recuerdo a quienes lo trataron durante su mandato. Liliana Franco -que trabajó en ella casi dos décadas- reunió estas y otras historias que, como un espejo deformado, reflejan a su modo los distintos períodos que atravesó nuestra democracia.
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