Chile es uno de los siete países en el mundo (junto con El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Malta y -era que no- El Vaticano) donde el aborto es absolutamente ilegal en todas sus formas. Tan ilegal es que opera como un negocio de drogas, rodeado de clandestinidad y precariedad a causa de una legislación altamente punitiva desde 1989, año en que la dictadura de Pinochet prohibió la interrupción del embarazo en todas sus formas y estableció penas de hasta 5 años de cárcel para quienes lo realicen.
Aunque no hay cifras oficiales, se estima que en nuestro país se practican cerca de 30 mil interrupciones de embarazo clandestinas al año, muchas veces en condiciones insalubres y peligrosas. Dichas operaciones, además de exponer a las mujeres a riesgos físicos y psicológicos, traen consigo el flagelo de muchos otros dramas sociales y culturales asociados.
Tanto el Comité de Derecho Humanos de la ONU como Amnistía Internacional han dado indicaciones al Estado de Chile -uno de los más retrógrados del mundo en esta materia- para despenalizar el aborto. La terquedad chilena se contrapone, por ejemplo, a lo que ocurre en la mayoría de los países de América Latina, donde la interrupción voluntaria del embarazo está permitida en casos como inviabilidad del feto, violación o riesgo para la vida de la madre. Incluso, sin ir más lejos, en este mismo continente hay lugares donde el aborto es absolutamente legal en todas sus formas: en Cuba, en Uruguay y en el área del Distrito Federal en México.
Pese a que el actual gobierno de Michelle Bachelet planteó entre sus promesas de campaña la necesidad de legislar en torno a la despenalización del aborto, el debate se ha entrampado a causa de diversos grupos de presión pertenecientes a sectores conservadores de derecha y cercanos a la Iglesia Católica. Muchos de estos grupos -autodenominados “pro-vida”, ya que defienden “la vida del que está por nacer”- han establecido ciertos mitos en torno al aborto y sus implicancias en la vida de las mujeres.
La
Articulación Feminista por la Libertad de Decidir es una organización existente desde el 2008 que agrupa a participantes de las más diversas disciplinas. Su principal foco es el compromiso por la salud, la vida y los derechos de las mujeres, trabajando específicamente en lo relacionado al aborto, el cual consideran “el derecho más humano de todos los derechos, pues está relacionado con nuestro cuerpo, el cual nos pertenece y cada una puede cuidar como quiera”.
En Noesnalaferia conversamos con integrantes de esta agrupación y nos ayudaron a desmentir algunos de los mitos más comunes que los grupos anti-aborto suelen argumentar a la hora de oponerse al legítimo derecho de las mujeres a un aborto libre, legal, gratuito y seguro. Veamos qué nos dijeron:
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1. “Estar a favor del aborto es estar contra la vida”
Nos parece un juicio bastante violento y sesgado. ¿La vida de quién? Nosotras queremos que las mujeres no mueran, queremos que las mujeres decidan, que no sean condenadas, discriminadas ni estigmatizadas por abortar. La vida tiene múltiples manifestaciones y cada cual ve cómo la vive, según su propio plan. Creemos que la gran mayoría de los detractores del aborto tienen como base la visión católica de la vida: una visión “sagrada”, pero misógina. El derecho canónico es explícito en ese sentido y no teme en superponer la vida del feto antes de la vida de la madre –en caso que ambos estén en riesgo- y eso nos parece una aberración.
Es importante señalar que nadie está a favor del aborto, estamos a favor del derecho a decidir y que un Estado laico, como se declara el Estado chileno, ofrezca servicios seguros y gratuitos para abortar respetando las decisiones de las mujeres o parejas.
2. “Todas las mujeres que abortan sienten culpa de por vida”
Esta afirmación está dirigida a validar una patología psiquiátrica inexistente y elaborada “a medida” por los grupos antiabortistas. Muchas organizaciones como la APA (Asociación Psiquiátrica Americana) y la Royal College of Psychiatrists (Colegio Real de Psiquiatras) del Reino Unido son categóricos en decir que el Síndrome Post-Aborto no es un diagnóstico psiquiátrico válido.
En varias revisiones de estudios con fuertes metodologías, la APA concluyó que el principal predictor de trastornos psicológicos y/o emocionales después de un aborto es el estado mental previo al embarazo. El embarazo no deseado, por sí solo, afecta la emocionalidad de las mujeres, independiente de si termina con el nacimiento del hijo o en un aborto, siempre y cuando sea completamente a decisión de la mujer y del primer trimestre. Si a esto se le agregan factores sociales adversos (poco apoyo de la pareja, familia y comunidad, escasos recursos económicos, estigma social, adicciones y violencia, entre otros factores), obviamente la salud mental de la mujer se va a ver doblemente afectada.
Otro dato que nos entregan las investigaciones es el gran efecto negativo que significa vivir en una sociedad que estigmatiza el aborto y que tiene aprensiones u opiniones negativas acerca del procedimiento. También que hay estudios que plantean que la realización del aborto en condiciones médicas adecuadas -y de forma respetuosa y contenida- provocan alivio a las mujeres.
3. “El aborto es un tema valórico”
Consideramos que el aborto es un tema de derechos, no de valores. Lo moral está íntimamente ligado a la cultura y tiempo histórico, el cual está determinado por las creencias de cada cual. Es muy simple: tus creencias, tu cuerpo, tu decisión. Cada cultura tiene su sistema valórico propio y enfoca el aborto desde miradas muy distintas (en la Edad Media, por ejemplo, la gente consideraba que el alma llegaba al cuerpo mucho después de nacer). Sin embargo, cuando esto amenaza la salud pública, el Estado debe garantizar distintas alternativas, sin encubrir ni invisibilizar lo que está ocurriendo con las mujeres chilenas.
4. “Si se legaliza, se producirá un aumento en las cifras de aborto”
La evidencia muestra otra cosa muy distinta. A nivel mundial, la tasa de aborto promedio es de 28 abortos por cada 1.000 mujeres en edad fértil. En Chile esta cifra se eleva a 50, la más alta de Latinoamérica. Por el contrario, en Austria, Suecia y otros países de Europa occidental tienen tasas de aborto que no superan los 9 abortos por cada 1.000 mujeres. Por lo tanto, la penalización del aborto se convierte en una pésima e inefectiva estrategia para disminuir los abortos y lo único que consigue es aumentar el riesgo de que éstos se realicen en condiciones inseguras y clandestinas. Las medidas de prevención más efectivas son una educación sexual integral desde la infancia, un acceso universal a métodos anticonceptivos confiables y a elección de las mujeres, es por esto que estamos 100% de acuerdo con la frase “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.
5. “El aborto no distingue entre ricos y pobres”
Se sabe, por cientos de testimonios de mujeres, que el aborto es un procedimiento transversal a las clases sociales, quedando en evidencia la gran brecha en la seguridad del procedimiento: mientras unas pueden viajar al extranjero y pagar elevadas sumas para ser atendidas por médicos que disfrazan estos procedimientos por otros, las más pobres se ven obligadas a recurrir a abortos en condiciones sin los más mínimos requisitos técnicos ni ambientales.
Si hacemos una diferenciación socioeconómica del acceso a la anticoncepción, hay una marcada brecha que se traduce en mayores índices de embarazos no deseados en mujeres de niveles más bajos. Basta con comparar la tasa de embarazos adolescentes del segmento ABC1 (que no supera el 2%) versus los segmentos D y E (que concentran más del 60% de los embarazos adolescentes en Chile). Cuando se producen estas inequidades son el Estado, el sistema, la sociedad y los políticos los que fallan; no la mujer, la adolescente o la niña.
6. “El aborto inducido es un procedimiento riesgoso”
Está muy documentado en la literatura médica que el aborto inducido, cuando es realizado en condiciones seguras, en un contexto de legalidad y por personal capacitado, es uno de los procedimientos obstétricos más seguros en la vida de una mujer. Incluso mucho más seguro que un parto normal. Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que la tasa de mortalidad por aborto es bajísima en los países donde es legal y se cumplen con los requisitos de seguridad, llegando a cifras de 0,2 a 2,0 muertes por cada 100.000 abortos. En el lado opuesto se encuentran los países de nuestro continente y del África subsahariana, lugares donde estas cifras se multiplican por varios cientos de veces. En América Latina y el Caribe la tasa de muertes es de 370 por cada 100.000 abortos; justamente aquí es donde se concentra el problema, pues en esta región el 85% de los abortos son inseguros.
7.“Si se legaliza, se va a comenzar a promover el aborto como principal método anticonceptivo”
Tiene que quedar claro que nadie desea el aborto, ni siquiera quienes luchamos por su legalización deseamos que las mujeres lleguen a someterse a este procedimiento. Pero tal como jamás le pediríamos a una mujer -adulta- que aborte en contra de su voluntad, no concebimos que alguien deba ser obligada a mantener un embarazo que no desea. Hemos visto las tendencias de los países que han cambiado sus leyes y eso no es lo que ocurre. Puede ser que al principio se observe una aparente alza en el número de abortos, pero eso se debe a que las cifras comienzan a transparentarse y a ser documentadas en los registros de salud.
8. “Abortar no evita que seas madre, te convierte en madre de un niño muerto”
Nos parece otra sentencia violenta y además prejuiciosa. No hay ninguna cautela ni prudencia en herir las emociones de las mujeres que están viviendo esa situación. Llama la atención la naturalidad con que se utiliza la palabra “madre”, cuando en la realidad es un concepto muy personal, incluso filosófico. Queda muy claro que a una gran parte de la población le falta mucha empatía, tolerancia y compasión.
Por otro lado, nos parece necesario que se digan las cosas por su nombre: niño, feto, embrión y cigoto no son sinónimos. La maternidad impuesta es una de las manifestaciones más claras de la infantilización y cosificación de la mujer al no permitir que ella decida el momento más adecuado (físico y social, pero principalmente emocional y espiritual) para convertirse en madre. La neurociencia ha demostrado hace mucho tiempo la importancia del estado emocional de la mujer durante su embarazo y el primer año de vida. Esto marca la forma en que el bebé-niño-adulto se enfrenta al mundo, a las situaciones de estrés y cómo se vincula con los demás. Creo que hay que tomar en cuenta estas dimensiones, la calidad de vida de ambos, la mujer y el hijo. Las mujeres, quienes vivimos con el cuerpo y mente este tipo de situaciones, debemos exigir estos derechos.
Y por último, ¿cuándo se va a hablar del padre? ¿Tiene responsabilidad en esto? A esta sociedad, en general le es tan fácil estigmatizar a las mujeres que se olvidan que el producto de la concepción no apareció por generación espontánea. ¿Cuántos hombres hay en la cárcel por aborto? ¿Cuántos con secuelas de por vida? ¿Cuántos muertos?
@nib@l 2014