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sábado, 10 de marzo de 2018

Cambiemos. Temporada 3, cap. 1: "Escandinavia"


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Cambiemos. Temporada 3, cap. 1: "Escandinavia"


En la tele hay que poner toda la carne al asador de entrada. En ese sentido, Macri no defraudó con su discurso en el Congreso.

Por Alejandro Borensztein


En un primer capítulo tenés que sorprender, poner toda la carne en la parrilla y entusiasmar a la mayor cantidad de gente posible. Así se arranca una temporada de televisión. Si no lo logras de entrada, después es muy difícil remontarla. Hay demasiada oferta en el mercado y los televidentes se rajan a ver otra serie.
En ese sentido, el comienzo de la tercera temporada de Cambiemos con el discurso del Presidente en la apertura de las sesiones ordinarias, no defraudó.
Mucho Macri gato, mucha cargada, mucho vos sos la dictadura, mucho se vino la derecha conservadora, pero ahí lo tenés al tipo. Paradito en el Congreso planteando el debate sobre el aborto, la igualdad salarial entre el hombre y la mujer, la violencia de género, la extensión de licencia por maternidad para el padre, la prevención del embarazo adolescente y el problema de la obesidad infantil.
Así desbarató el falso progresismo kirchnerista, desorientando al peronismo y proponiendo esta verdadera agenda escandinava. Creer o reventar. Oslo o muerte.
Muchos dicen que es una simple estrategia política, pero no es así. Son temas que al presidente le importan. Muchísimo. Casi tanto como la rehabilitación de Darío Benedetto.
¿Le preocuparán otras cosas también? Y si, obvio. Supongo que además de las desinteligencias entre los dos marcadores centrales de Boca, le preocupa la macroeconomía, como a todo el mundo. Pero en ese tema, los de Cambiemos han sido muy confusos.
Está claro que este es un gobierno lindísimo. Pero en general son gente de pocas palabras. Nadie pretende aquel verso interminable de la plomazo de Hotesur, pero la verdad es que estos explican poco.
Tienen estrategias comunicacionales muy modernas, muy exitosas (como ya se dieron cuenta los peronistas, un poco tarde), pero nunca se te paran de frente y te dicen “mirá macho, el problema es así y asá y vamos a hacer esto y aquello”. Les cuesta.
Según todos los analistas del Círculo Rojo, a partir de este inicio de las sesiones, se venció el plazo para explicar de que se trataba la pesada herencia y empezó el tiempo de contar como será la nueva herencia que van a recibir en 2019 los próximos inútiles que lleguen a la Rosada. Aunque posiblemente vuelvan a ser estos mismos.
Según los diarios, el presidente le pidió a sus funcionarios que dejen de hablar del pasado y empiecen a hablar del futuro, cosa que está muy bien porque eso les permite saltearse el presente.
Sin embargo vale la pena sintetizar en que andamos hoy como para ayudar un poco a empujar el auto y sacarlo de la arena.
Sin entrar en detalles sobre la simpática bancarrota en la que el kirchnerismo dejó al país, la realidad actual nos muestra que el PBI crece. Poquito. Humilde. El año pasado fue un 2,8% y llevamos 6 trimestres consecutivos de crecimiento. Este año se espera, mango más mango menos, algo parecido. Lo mismo para el próximo. Despacito. Apenitas, mi vida.
La inflación bajó un cachitín. Un descenso mezquino, pero apuntando hacia abajo. El año pasado fue 24% y para este año se fijó una meta del 15%. Creo que si logran bajarla al 19%, en el gobierno descorchan. Y si llegan al 18% el Compañero Mauri se pone el bigote y te hace a Freddie Mercury en la Bombonera por Telenoche para toda la Argentina. No va a cantar esa que usted está pensando, amigo lector. Sabe otra.
El déficit fiscal es lo más duro de bajar aunque un poquitito se achicó. Una nadita, pero algo es algo. Se les complicó con la suba de la tasa de interés porque eso les aumenta el déficit financiero, pero se supone que creciendo entre 2,5% y 3% anual, de acá a algunos años, comenzaría un punto de inflexión descendente en el gran problema que estamos incubando: la toma de deuda. Todo esto, si no se les cruza el gordito de Corea o una crisis en Brasil o un brote piscótico de Trump o uno de Putin. O todo eso junto.
Así, pasito a pasito, todo estaría indicando que en algún momento iríamos convergiendo hacia una macroeconomía normal y equilibrada que nos garantizaría un ciclo sustentable de estabilidad, paz y bienestar. Eso dicen. ¿Se logrará?
Ponele que si, aunque en realidad no tiene ninguna importancia porque para cuando eso llegue ya vamos a estar todos muertos.
¿Había otro camino? Si. Una opción era contratar al Politburó chino, eliminar el déficit de un saque, condenando a medio país a comer un plato de arroz por día hasta empezar a crecer al 7% anual, como hicieron ellos.
La otra era seguir en la onda Cristina-Maduro hasta el incendio final y alcanzar el 80% de pobreza como hoy tiene Venezuela.
Macri eligió llevarla despacito, atada al pie, sin arriesgar la bocha, caminando por la cornisa. Como Majul. No puede apoyarse mucho en sus compañeros porque el mejor equipo en 50 años no está preciso con la pelota. Evidentemente vamos a seguir en la cornisa durante mucho tiempo más. Como Majul.
¿Por qué no lo explican más claramente? No lo se, amigo lector. De todos modos, ya es tarde para lamentos. Estamos cruzando el río y solo cabe seguir nadando.
Obviamente, los que esperaban más capítulos sobre las aventuras de la pandilla patagónica deberán acostumbrarse a la nueva agenda. ¿Cuanta más leche le vamos a sacar a Julio De Vido y todo lo que se chorearon? No perdamos más tiempo con la corrupción kirchnerista. Empecemos con la de Cambiemos que por ahora es modesta pero tiene potencial televisivo.
De todas la líneas argumentales posibles, el tema del ministro de Finanzas Luis Caputo y las offshores, hoy en día es la más interesante.
Supuestamente no lo podés echar porque es el único que tiene los celulares de los tipos que nos prestan la guita. Los conoce bien. Son amigotes. Salen a morfar juntos. En este caso, lo lógico sería que aunque vaya preso siga siendo ministro. Una cosa no quita la otra.
Habría que buscar un juez del palo de Zaffaroni para que rápidamente le autorice salidas transitorias, así puede viajar a Nueva York cada vez que Dujovne lo llame porque se le acaba la guita. Como viene la mano lo va a llamar todos los días. Un ministro que llega esposado a las reuniones con el JPMorgan o el Citibank es una idea original. En un capítulo, el tipo podría tratar de escapar por la calles de Manhattan. Vemos.
Más divertido aún es el tema de Gustavo Arribas, el Jefe de Inteligencia a quien acusan de hacer una chanchada de 8 gambas verdes.
Aunque usted no lo crea amigo lector, el tipo le alquiló el departamento al Presidente Macri. Ahí vive. Eso te genera dos problemas.
El primero es que si lo echa no le va a poder cobrar el alquiler. Eso al presidente lo puede enloquecer. Peor que cuando el arquero Rossi no sale y le cabecean en el área chica. No quisiera estar ese día en Olivos. Lindo capítulo.
El otro problema es que si Arribas se chiva, no sólo le va a dejar todo el derpa a la miseria sino que, como es el jefe de los servicios, le va a poner micrófonos y cámaras hasta en el bidet. Como capítulo escandaloso, garpa. Pero yo no se si Netflix te va a permitir mostrar a un Presidente de la República enjuagándose las cantimploras.
En realidad, el tema de Arribas es por una denuncia de 8 gambas. Nada. El mínimo no imponible de Cambiemos es un palo verde.
Por eso a Gilligan, que le encontraron 1,2 millones en Andorra, lo echaron a la mierda.
Con Arribas podemos ser piadosos. Nunca nos olvidemos que antes de él, en ese mismo despacho y manejando la inteligencia del país, estaba Parrilli.
Yo siempre le digo amigo lector que esto no es Noruega pero esta vez arrimamos el bochín. Sorprender con un toque de Escandinavia fue una buena jugada. Vamos a ver el capítulo que viene. La televisión no es para cualquiera.


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miércoles, 7 de diciembre de 2016

Ahora sí, arranca Cambiemos

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Ahora sí, arranca Cambiemos


Alejandro Borensztein

Bueno, ahora sí. Finalmente arrancó el gobierno de Cambiemos y comenzó una nueva etapa en la Argentina.
El próximo sábado se cumplirá un año desde la salida del viejo gobierno y la llegada del nuevo. Doce meses desde que el pueblo recibió con entusiasmo al presidente entrante Mauricio Macri y despidió con todos los honores al presidente saliente Federico Pinedo.
Sin embargo, aunque los gobiernos asumen en una fecha determinada, eso no quiere decir que arranquen ese mismo día. Los gobiernos no empiezan cuando se supone que empiezan sino que lo hacen bastante tiempo después.
En principio, tienen que aprender dónde quedan los despachos, si hay que pintarlos, en qué cajones guardaban las cosas los que se fueron, dónde les dejaron los papeles, los controles remotos, los números de teléfonos, desconectar micrófonos, desactivar las bombas que les dejaron, etc etc. Todo eso lleva tiempo.
Además tienen que conocerse entre ellos.
-“Hola, mucho gusto, soy la ministra Carolina Stanley - dice Carolina Stanley - y necesito que antes de irte me dejes en la cocina unos 30.000 palos para que Emilio Pérsico y sus muchachos no me incendien el Conurbano”.
-“Ah, un placer… yo soy Prat Gay - dice Prat Gay - , me olvidé la billetera pero llamame la semana que viene y vamos viendo”.
Y así, de a poco, van entrando en confianza hasta que llega un día en que se van todos juntos de campamento a Chapadmalal y hacen la primera partuza ministerial.
Entre paréntesis y al respecto, pregunta: cuando el presidente, la vicepresidenta, el jefe de gabinete, los ministros y principales funcionarios de un gobierno se van todos juntos a meditar, quién se queda gobernando? No sé, lo dejo para que lo piensen.
Volviendo al punto, quiere decir que desde la asunción del mando hasta la partuza hay un período inicial de estupor, también conocido como “ur dió, mirá el bolonqui en el que nos metimos”, durante el cual las cosas suelen ser muy confusas y cuesta poner al gobierno en velocidad crucero y nivelado. De esto no se ha salvado ningún gobierno, por lo menos en los últimos 100 años.
Algunos atraviesan este período más rápido que otros. Unos se toman un añito, otros dos, y otros se quedan ahí trabados como le pasó a De la Rúa, que nunca pudo salir de la confusión inicial. Hasta el día de hoy.
Por ejemplo, todos recordamos la hiperinflación de 1989 en el final de Alfonsín pero pocos recuerdan que en el primer año de Menem hubo otra híper, con Erman González como ministro, que llevó la inflación al 2.314% anual en 1990, fuente INDEC AM (Antes de Moreno).
Al año siguiente, en 1991, el Compañero Menem bajó la inflación a un módico 84% anual, y a partir de 1992 la cosa se estabilizó y todo anduvo fenómeno, como así lo testifica el discurso que pronunció el entonces gobernador de Santa Cruz Néstor Carlos Kirchner junto a su excelentísima señora esposa cuando recibieron a Menem en Río Gallegos y lo definieron como “el mejor presidente para la Patagonia después de Perón”. Está en Youtube. Se los ve muy lindos, jóvenes, entusiastas. Preciosos. El hecho de que el acto, las sonrisas, los aplausos y los sandwichitos hayan sido obsequiados por esta simpática pareja cinco minutos después de que Menem indultara a Videla y a Massera, es un detalle que no debe enturbiar el análisis.
En otras palabras, Menem necesitó más de dos años para arrancar a gobernar como Dios manda y hacer todas esas cosas lindas que tanto elogiaron aquellos peronistas que luego se transformaron en kirchneristas para desembocar ahora en esto que todavía no sabemos muy bien qué es, pero que seguramente nos lo van a hacer saber a la brevedad.
Salteando a De La Rúa de quien ya hablamos, Ramón Puerta duró 3 días, entró el 20 de diciembre e hizo el check out el 23 a la mañana.
Adolfo Rodríguez Saá duró siete y Eduardo Camaño tres. Ninguno de ellos estaba para andar perdiendo tiempo con períodos iniciales de confusión y acomodamiento. No llegaron ni a ensuciar las toallas del despacho presidencial. Si me apuran un poco, me animaría a decir que Rodríguez Saá se secó las manos con la misma toallita que le dejó Ramón Puerta.
Es fácil imaginar la secuencia: “Disculpe Sr. Presidente Camaño” -dice el mozo de la Rosada- “quiere un cafecito?, acá tengo el que me pidió el ex Presidente Rodríguez Saá, que todavía está caliente” (el cafecito, obvio).
Lo mismo les pasó a los Kirchner. Arrancaron de una manera tan confusa que durante un tiempo todos nos comimos el amague de que eran buena gente, honestos y preparados.
Pero con el tiempo fueron ganando confianza hasta que se consolidaron como esta batucada de impostores que en diez años recibieron 560.000 millones de dólares más que en la década anterior y sin embargo dejaron 30% de pobres y un páramo de velas y linternas.
Que aquel noble impulso inicial de Lavagna, Ginés, Bielsa, Filmus haya terminado en esta simpática kermesse de Sabbatella, Moreno, D’Elía y Larroque es una prueba contundente de la profunda confusión que suelen tener los gobiernos cuando arrancan.
No me olvido de Duhalde. Lo que pasa es que su período de reacomodamiento fue demasiado breve: un día. Pasó el dólar de 1 a 3 y chau. El estupor quedó del lado de los ahorristas. Para ser honestos, el tipo hizo lo que pudo y la historia le tiene reservado un lugar especial.
Todo esto es para recordarle, amigo lector, que un gobierno nuevo o con poco rodaje, amerita cierta piedad inicial. Obviamente, a esta altura ya no es el caso. La piedad ha prescripto. Sólo queda la gauchada.
¿En qué estamos ahora con esta gente nueva? Muy simple: dejando atrás el período de estupor y acomodamiento, y entrando de lleno a gobernar. Se supone.
Aquí se plantea la pregunta del millón: ¿este gobierno de Macri es tan malo que no puede terminar de salir de la crisis o es tan bueno que pudieron pilotear el desastre que les dejaron y evitar una nueva implosión de la Argentina?
La respuesta bien podría ser aquella del General Perón, pero al revés: “No es que el gobierno sea bueno, sino que los que vinieron antes eran peores”.
Los pobres están contenidos por un sistema de planes sociales como nunca se vio. La clase media putea, pero se la banca porque le cabe la famosa frase de Perón sobre los gobiernos peores, y los ricos son los mismos amargos de siempre que dicen querer vivir en una República seria, pero no están dispuestos a poner un sope hasta que no estén dadas las condiciones. O sea nunca.
¿A qué apuesta Macri? A lo de siempre. Al fútbol. Sabe que en política, como en Boca, lo único que sirve es traer la Copa.
El país no tiene ni autopistas, ni energía, ni trenes, ni señal de celular, ni seguridad, ni hospitales dignos, ni nada. El 50% de La Matanza no tiene cloacas. Con arreglar una sola de estas se terminó la discusión. Esa es la Copa Libertadores de Cambiemos.
En fin, habrá que tener paciencia. Un par de semestres más y arranca el segundo semestre.
Mensaje para el Presidente: mantengan la calma, pero apurate macho.

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