Ayer soñé que no podía y hoy puedo
La vida no es nada sin un sueño. Pobre de aquel que no se atreva a soñar. De los grandes soñadores se ha forjado siempre el mundo, esencialmente porque, al final, los sueños se hacen realidades. Nada es más cierto. Si recapacitamos y nos atrevemos a pensar todo aquello que, años atrás habíamos soñado, hoy, con gozo, vemos que son realidades. Muchos adelantos y logros de la técnica, todos, de alguna manera, en sueños lo habíamos imaginado. Hoy, afortunadamente, son realidades. Hasta lo más inverosímil es posible si a los sueños se les adereza con la consabida dosis de fe cristiana.
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