La dama de los espejos
Una noche de 1801, María Josepha Petrona de Todos los Santos, iba a casarse con Diego del Arco. El hombre había sido elegido cuidadosamente por sus padres, los Sánchez de Velazco. Pero ella se rehusó. Apeló al Virrey para evitar un matrimonio que iba en contra de su voluntad y lo logró. Tenía apenas catorce años. Mariquita Sánchez se convirtió entonces en heroína de su propia historia y guía férrea de su propio corazón. Mariquita traspasó los límites impuestos por la época. Amó los libros, amó la política, amó los salones de su casa donde recibió a intelectuales, poetas, militares, patriotas. Amó a un hombre, Martín Thompson, con quien recorrió el difícil camino de la Revolución de Mayo. Cuando la felicidad le dio la espalda, amó más todavía –con locura, por error y a destiempo. Crió a sus hijos, escribió bellísimas cartas, trató como amigos a los protagonistas de su tiempo. Fue una dama francesa en Buenos Aires. Fue la más porteña de todas las damas del Río de la Plata. Fue una de las mujeres más ricas de la ciudad y fue la rebelde que mendigó un hogar en Montevideo en los años del rosismo. Mariquita Sánchez vive en las páginas de La dama de los espejos. Del modo en que solo una escritora como Gabriela Margall podía lograr: con el pulso de la época narrado magistralmente con detalles y matices. Muy lejos de la imagen canónica de la dama que prestó su casa para que se entonaran las estrofas del Himno Nacional, aquí vive una mujer que se entregó a la extraordinaria aventura de elegir su destino.
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