Yo diría, amigo lector, que no es la mejor semana para llamar Compañero Lancha al Compañero Lancha. Va a creer que lo estamos cargando.
Por lo tanto, por este domingo y como excepción, vamos a decirle “Doctor Scioli”. Es un trato respetuoso y además, después de todo lo que lo han puteado en estos días, es una manera de darle un poco de ánimo.
No sé si el tipo es Doctor en algo, pero en todo caso no sería el primero que, en el Frente para la Victoria, se haga llamar doctor y después no se acuerda dónde guardó el título.
¿Puede decirse, como dicen muchos, que el Doctor Scioli ya ganó? ¿O será que el Compañero Mauri ya se aseguró el ballotage y en la segunda vuelta levanta la Copa? ¿No estaremos frente a un momento histórico del Compañero Massa? (acá voy a terminar llamando a un concurso de apodos porque no hay caso, no me sale).
Frente a esta incertidumbre, al menos ya tenemos dos certezas. La primera es que alguno de estos tres muchachos va a ser el futuro Presidente. La segunda es que Ella y su pandilla, como le vengo diciendo desde que empezó el año, ya acabou, vai em bora.
Y no es poca cosa. Es más, yo que usted amigo lector, festejaría ahora porque tal vez, de acá a fin de año, sea lo único que tenga para festejar. Veamos.
Ni bien se conocieron los primeros cómputos de las PASO, Macri salió a decir que el 62% del país quiere un cambio. Es verdad. O al menos, es una manera de ver las cosas. Si Scioli sacó el 38% de los votos quiere decir que hay un 62% de argentinos que tienen los huevos al plato del proyecto nacional con matriz productiva e inclusión social, inflación, corrupción, apropiación indebida del Estado, nepotismo, inseguridad, autoritarismo y metanfetamina.
Pero si uno lo mira desde otro ángulo, se puede decir que también hay un 62% de los argentinos que votaron peronismo: 38,4% Scioli + 14,3% Massa + 6,5% De la Sota + 2,2 % Rodríguez Saá. O sea 61,4%. Digamos 62% para que el cuentito me cierre redondo.
¿Qué prevalecerá? ¿El 62% que votó “cambio con vai em bora” o el 62% de voto “peruca”? Primero analicemos la cosa a favor de nosotros, los peronistas.
Al momento de las PASO, usted podía comprar peronismo en el Hipermercado Scioli, en el Supermercado Massa, en el minimercado De La Sota o en el chino de la vuelta de Rodriguez Saá, dicho esto con todo respeto (por los chinos, obviamente).
Cerrado ya este domingo el simpático boliche de De La Sota, a usted le quedan todavía 3 opciones para ir a comprar peronismo: Scioli, Massa y Rodriguez Saá.
Por supuesto, no es todo peronismo de la misma calidad. Por ejemplo, Rodríguez Saá te vende un peronismo boutique. Si vas a San Luis, anda todo bárbaro y es una maravilla. Pero en 2001 le prestamos el país y duró… ¡¡¡una semana!!!
En cambio Massa, ya tiene un supermercado mucho más importante. Hay mercadería fina con un peronismo de buena calidad como, por ejemplo, Felipe Solá o Lavagna. Pero ojo que si te fijás bien, arriba en las góndolas te podés encontrár un Barrionuevo o un Momo Venegas.
Más abundante aún, el Hipermercado Mayorista Scioli tiene todo para el peronista. Incluído un sector especial donde se pueden encontrar algunos productos “importados”, por llamarlos de alguna manera, como Zannini, Kicillof o Wado de Pedro, que hoy están expuestos en punta de góndola y destacados, pero si llega a ganar el Doctor Scioli van a ir a parar todos a la sección ”congelados”, entre las Sibarita y los Paty.
No sería raro que, ante las múltiples opciones que tenemos para comprar peronismo, se dividan y desemboquemos en un ballotage, seguramente entre el Compañero Mauri y el Doctor Scioli.
En ese caso, la pregunta del millón sería: ¿Se impondrá ese 62% que compra peronismo, y que si quiere seguir comprando, ya sin Massa ni Rodríguez Saa, va a tener que ir al único lugar abierto donde lo venden, o sea el Hipermercado Mayorista Scioli? Suena razonable.
Tan razonable como la otra manera de ver el asunto y es que efectivamente también hay un 62% que votamos por un cambio. Incluyendo muchísimos peronistas que ya se avivaron que detrás del escudito y de la marcha se esconde mucha mercadería trucha. Mucho Boudou. Mucho impostor. Mucha hotelería. Y por supuesto la preocupación de que las famosas latas de conserva Aníbal Fernández, en vez de sardinas, traigan otra cosa.
Pero ese 62% del cambio enfrenta el dilema de tener que encolumnarse detrás de un único candidato opositor o de dividir el voto. Muchos piden que se junten. Tarde.
Otros piden un acuerdo. Por ejemplo, que se baje Massa de un lado y María Eugenia Vidal del otro. De modo que nosotros, los del cambio, elijamos un gobernador peronista de mejor hechura como el Compañero Solá para que le gane al Compañero La Morsa, y un presidente como Macri para que le gane a Scioli. No es tan fácil.
Usted tendría que entrar al cuarto oscuro, agarrar una boleta de Macri (vaya tempranito, antes de que se las choreen), y cortar la parte de Vidal que está en el medio de la boleta. O sea que usted hace dos cortes, saca a Vidal del medio y deja los dos pedazos de la boleta del PRO apoyados, digamos, sobre un pupitre.
Después agarra la boleta de Massa, lo saca a Massa, corta donde dice Solá, lo separa del resto de la boleta y lo apoya solito en otro pupitre. Después junta los tres pedazos (dos de Macri/PRO y uno de Solá/Frente Renovador) y los mete juntos en el sobre, cuidándose de no equivocarse y terminar poniendo en la urna una prueba de geografía. En todo caso, fíjese si consigue un agrimensor amigo que lo acompañe a votar.
Para que esto sirva, necesitaríamos que un millón de tipos hagan lo mismo. No digo que sea imposible, pero no creo que éste sea el camino para terminar con el populismo.
Mientras tanto, en algún lugar de la Vía Láctea, la Presidenta sorprendió con una inédita semana sin discursos, sin cadenas nacionales y sin inauguraciones. Ni siquiera la tradicional reinauguración de algún quirófano usado y ya inaugurado hace dos años. Nada. Como si ya se hubiera ido. Debe ser la cábala de borrarse cuando hay un bolonqui grande. Cromagnon, Once, inundaciones. Ni una palabra. Silenzio Stampa, como dice mi gran amigo y cabulero, el Coco Basile.
Hablando de cábalas y cabuleros, y pensando en el 62% que votó opciones peronistas y en el 62% que votó opciones de cambio, me acabo de avivar de algo muy importante. Para los timberos, cada número tiene un significado. No me lo van a creer pero le juro amigo lector que esto es verdad: en la quiniela, el 62 es “la inundación”. Creer o reventar.
alejandro borensztein, para Clarin
alejandro borensztein, para Clarin
@nib@l 2015
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