Pabellón de cáncer
Es curioso que, en un período como el que ahora vivimos, amenazados por todo tipo de plagas, una novela como ésta, escrita en un tiempo hoy olvidado, en circunstancias tan distintas y con el pretexto de otra enfermedad mortal, suscite situaciones y reflexiones de tan acuciante actualidad.
Porque lo que trasciende fundamentalmente hoy de Pabellón de cáncer es una verdad muy simple y, en principio, conocida por todos: la de que todos somos iguales ante la muerte.
Iguales son incluso el joven Kostoglótov, un deportado con gran capacidad crítica, en el que no cuesta reconocer al propio autor, y el funcionario Rusánov, miembro del partido y delator implacable de los «enemigos del régimen».
En torno a ellos, todos los demás personajes, grotescos y tiernos, confinados entre cuatro paredes en circunstancias extremas, encarnan la evidencia de que el odio, el amor, el resentimiento, la envidia o las relaciones de poder y sumisión siempre tendrán, mientras haya vida, su razón de ser.
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@níb@l 2018