La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en ciudad Juárez
Ser mujer en Ciudad Juárez es más peligroso que en otro lugares del país. Allí la violencia deja su marca, desde hace años, sobre los cuerpos femeninos. Cuerpos desechables, cuerpos prescindibles en el aparato productivo, cuerpos borrables del imaginario social, cuerpos disponibles para los -más hombres-. ¿Qué es finalmente una mujer? ¿Qué es una mujer si además es pobre? ¿Qué es sino un territorio para que el poder disponga de él a su antojo?
Ser mujer en Ciudad Juárez es más peligroso que en otros lugares del país, allí han sido asesinadas más de 460 mujeres en los últimos trece años, 600 más están desaparecidas. Cuerpos desechables, cuerpos prescindibles, cuerpos borrables. Algunas eran apenas niñas, adolescentes. Las historias de injusticia, de complicidad y silencio por parte de los poderosos, las conocemos todos.
Los crímenes siguen sin aclararse. Y como la impunidad genera más impunidad, continúan apareciendo cadáveres. A un promedio de dos asesinadas al mes, la misoginia llevada al más aterrador nivel de crueldad sigue alimentándose de cuerpos de mujeres de la frontera.
Rita Segato intenta comprender lo que parece incomprensible, entender el horror de una sociedad que escribe la violencia, la intolerancia, la prepotencia en los cuerpos de sus mujeres. Cuerpos de mujeres jóvenes, trabajadoras de la maquila en su mayoría, pequeñas, morenas, de cabellos y sueños largos. Cuerpos mutilados, cuerpos desfigurados. El poder del más fuerte se escribe sobre los cuerpos más vulnerables de la sociedad. Las mujeres y las niñas.
A partir de su trabajo con violadores en la penitenciaría de Brasilia, la antropóloga llega a cuestiones clave para entender este tipo de violencia, se trata de interpretaciones aterradoras por su sencillez, por la presencia, aceptación y complicidad cotidiana del horror que muestran en la sociedad.[3] Segato plantea que --los crímenes sexuales no son obra de desviados individuales, enfermos mentales o anomalías sociales, sino expresiones de una estructura simbólica profunda que organiza nuestros actos y nuestras fantasías y les confiere inteligibilidad. En otras palabras: el agresor y la colectividad comparten el imaginario de género, hablan el mismo lenguaje, pueden entenderse.? (p.15)
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