“Un soplo de lirismo amoral en un tiempo en donde descreemos de cualquier mecanismo estatal, político o ideológico.” Del prólogo de Andrés Calamaro
Viernes 13 de enero de 2006. Más de trescientos policías rodean la manzana del Banco Río en la localidad de Acassuso: una banda toma veintitrés rehenes. Pasan las horas y los ladrones no se entregan. Los grupos de elite deciden irrumpir. Cuando entran, ocurre lo impensado: los asaltantes no están y, como si fuera un acto de magia, sólo quedan las víctimas. Ya sobre la noche, el misterio se revela: fingieron un robo exprés para burlar a los investigadores mientras otro grupo vaciaba las cajas de seguridad del subsuelo. Huyeron de la forma más inesperada con diecinueve millones de dólares y ochenta kilos de joyas. Antes de irse dejaron un mensaje en la bóveda que pasaría a la gloria: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”. Por primera vez en casi diez años habla el verdadero ideólogo y líder del asalto. Un artista plástico criado en San Isidro, experto en artes marciales y cultivador de marihuana que planificó el robo más audaz de la historia del crimen en la Argentina. En entrevistas a fondo con seis de los integrantes de la banda, con pulso de thriller y documentación hasta ahora oculta –planos, dibujos y fotos inéditas del robo–, Rodolfo Palacios reconstruye en Sin armas ni rencores el golpe desde su génesis hasta lo sucedido luego de la caída de los protagonistas, entre ellos, Luis Mario Vitette Sellanes, conocido también como “el hombre del traje gris” que estudió teatro para engañar al infalible negociador de la Bonaerense.
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