La maldición de Tutankamón y otras historias de la Microbiología
El 26 de noviembre de 1922 se abrió la tumba de Tutankamón en presencia de Howard Carter y varios miembros de la familia de lord Carnarvon, mecenas de la excavación. Pocos meses después se sucedieron una serie de muertes en circunstancias inexplicables de personas vinculadas a la exhumación de la tumba. Estos extraños acontecimientos avivaron la imaginación de la prensa, que transmitió la idea de que las extrañas muertes eran consecuencia de la profanación de la tumba de Tutankamón. La inflamable creencia de que las muertes eran debidas a un poder mágico inexplicable, prendió con facilidad y se extendió rápido en la sociedad. La propagación fue alentada por ilustres personajes públicos como Arthur Conan Doyle que, a pesar de ser el creador del racional detective Sherlock Holmes, era un fervoroso creyente de toda clase de sucesos fantasmagóricos. Había nacido la «maldición del faraón» o «maldición de Tutankamón».
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