«Isabelle Dumarchey tenía diez años cuando una gitana le pronosticó que moriría sedienta y de pie, tal vez bailando, en un día de invierno muy lluvioso, de un año imposible de determinar. Sus padres no le dieron mayor importancia a esas palabras.» A partir de ese momento toda su vida consistirá en evitar esas circunstancias, siempre alrededor de una fecha determinada. Cada año, al acercarse el día, vivirá aterrada por la posibilidad de que acontezcan los elementos que confirmarían el fatal augurio.
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