Dómina
Judith Rashleigh nos ha demostrado cómo, gracias a su trayectoria sangrienta, ha podido pasar de ser una becaria explotada en una casa de subastas a convertirse en una marchante de arte internacional. Sí, Judith ha dejado una estela de sangre en su camino, pero su nueva vida como galerista en Venecia, rodeada de elegancia y codicia, representa todo lo que siempre ha querido ser. Y, además, a puerta cerrada, la alta sociedad ofrece un montón de lujuriosas actividades de las que Judith continúa disfrutando.
Mientras ella maquina su futuro en medio de este sofisticado ambiente en Italia, su pasado reaparece de nuevo; Judith creía haber huido de París sin dejar rastro, pero cometió un pequeño error, un detalle que la puede señalar directamente como culpable. Judith también oye en una fiesta un comentario lejano y aparentemente inocuo, pero que le revela que alguien la está vigilando y anda tras su pista. Sin inmutarse, sigue pensando en su carrera con una despreocupación singular, mientras es invitada a valorar una colección de arte contemporáneo en la mansión privada de un millonario ruso. Una colección de arte que Judith considera impresionante, pero que se niega a valorar. A partir de aquí, empieza una campaña siniestra de terror sutil al más puro estilo de la Stasi.
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