Murmullos
1961, Pociego, un pequeño pueblo manchego, se despierta con el cuerpo sin vida de uno de los suyos. Todo apunta a que se trata de Ramiro, un chico con el rostro desfigurado, centro de las bromas de los más jóvenes del pueblo. La única persona con la que mantenía algún tipo de comunicación era Jerusalén, una chica ciega de dieciséis años, que ayuda a su padre en la escuela.
Ramiro y la joven maestra mantienen una relación furtiva, a escondidas de los habitantes de Pociego. Excepto la pequeña Lolita Estévez, prima de Ramiro y alumna de Jerusalén nadie más parece saber nada.
La investigación conduce a la Guardia Civil hasta un pueblo cercano, donde detienen a un individuo que tras ser torturado en los bajos de la Puerta del Sol de Madrid, es puesto en libertad. Posteriormente, son encarcelados tres jóvenes de Pociego, entre ellos el hijo del alcalde, que al ser interrogados se acusan unos a otros.
El pueblo está dividido. Las familias de los jóvenes, enfrentadas. Para la guardia Civil el caso está cerrado, no así para los habitantes de Pociego.
1995, treinta y cuatro años después, Jerusalén decide aceptar la propuesta de un periodista para investigar lo sucedido. No fue fácil decidir volver a vivir de nuevo aquellos trágicos días. Era consciente que se reabrirían viejas heridas entre los lugareños pero necesitaba borrar de su cabeza las dudas que le atormentan desde entonces.
El día del asesinato, se encontraba a escasos metros del lugar en que todo ocurrió. El asesino se dirigió a ella, antes de huir le dijo algo al oído. La maestra no fue capaz de asegurar si se trataba de un vecino de Pociego, tenía dudas, apenas había escuchado un suave murmullo.
En su fuero interno no albergaba duda alguna, pero no, no era posible…
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@níb@l 2018
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