Código de Dios
A veces las soluciones a los misterios más profundos de la vida se encuentran en los lugares más extraños. En una visión retrospectiva, una vez que los descubrimientos se hacen y los misterios se resuelven, es común encontrar que, de hecho, las respuestas más escurridizas siempre habían estado presentes y que simplemente no se les había reconocido.
En estos casos, obvio parece ocultarse, como sugiere el proverbio de que los árboles no dejan ver el bosque. La búsqueda de evidencias de la gran explosión, la explosión cósmica que se cree puso en movimiento este universo, es un ejemplo de este tipo de descubrimientos.
En 1960, los Laboratorios de la Bell Telephone en Holmdel, Nueva Jersey, construyeron una antena en forma de plato como parte de un proyecto de comunicaciones vía satélite llamado Echo. Para 1962, sin embargo, nuevos descubrimientos hicieron que la antena fuera obsoleta, así que quedó disponible como telescopio de radio para investigaciones. Dos empleados del laboratorio, Arno Penzias y Robert Wilson, estaban interesados en usar la antena para medir señales débiles de radio entre galaxias distantes.
Cuando los investigadores empezaron a usar la antena, encontraron que produce un ruido similar a la estática el cual les dificultaba detectar las sutiles señales que estaban. buscando.
La ironía del descubrimiento en los Laboratorios Bell es que la evidencia que contiene la clave de uno de los mayores misterios de la creación fue tan abundante, y apareció en una forma tan inesperada, que se pasó por alto y no se tomó en cuenta durante al menos dos años.
Quizás la búsqueda de las claves de nuestro origen, de evidencias que podrán servir como un principio sin precedente relacionado con la unidad humana, pudieran revelar una ironía similar. Es posible que la respuesta a los misterios más profundos de nuestra existencia sea tan abundante en nuestro propio mundo que también se haya pasado por alto?
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