Eugenia Segura
Santa Cruz, 21 de julio de 2013: a las veintiuna horas y tres minutos, se produjo el primer temblor causado por el fracking en nuestras tierras. Alcanzó una magnitud de 5.4 mb, y su epicentro estaba rodeado de tres pozos perforados con dicha técnica. Como mínimo, debería encender una alerta: la idea es que nos despertemos antes. A eso apuntan las ordenanzas municipales de territorio libre de fracking, votadas por unanimidad por los concejales de Tupungato, Tunuyán, San Carlos y General Alvear, y vetadas en tiempo récord por los intendentes de Tupungato y Alvear, unos días antes del affaire Chevron-YPF. Un dejá vu en micro y local de aquel veto de CFK a la ley de protección de glaciares. Porque sí, estamos en un giro extraño de la historia, en que hemos tenido que llegar al punto de decirle a la codicia de algunos che, dejen esos cerro donde están, desde hace millones de años, ahí quietitos, como es la costumbre de los cerros. Muchachos, no me rompan el glaciar que es el agua que tomo, y por favor, no me fracturen las rocas donde estoy parado. Parece increíble pero sí, vos, yo, todos nosotros, sin ser x-men, tenemos el poder de evitar terremotos. Con sólo decir un no: no cometan tamaña estupidez, semejante despropósito.
Porque recién estamos empezando a ver, en la tele o en los diarios, algún dibujito de cómo funciona un pozo de fracking, pero no nos dicen que el así llamado Plan Estratégico 2012-2017 de YPF, cocinado en las altas esferas hace rato, implica 1160 pozos de gas, de los cuales el 59% son por fracking; y 5380 pozos de petróleo, de los cuales el 46% ídem. Es difícil imaginar la escala de todo esto, pasó lo mismo con la megaminería, cuando vimos las primeras explosiones, los primeros cráteres ¿Van a triturar un cerro entero? Nah, parece de ciencia ficción. Y sin embargo, así era. Puede ser un shock al principio, pero los mendocinos ya lo sabemos: somos capaces de detenerlos.
Tal vez te preguntes por qué, qué conexión hay entre el petróleo y los terremotos. No es solamente el hecho de quebrar las capas geológicas donde la madre naturaleza y el trabajo de los siglos han dejado atrapadas pequeñas gotitas de dinosaurios podridos. A esto se le suman los 19 millones de litros de agua y químicos inyectados, a altísima presión, en un pozo promedio, que lubrican las fallas geológicas ya existentes. Inyecciones que se realizan no sólo una vez, sino 100 veces en la vida útil de cada pozo. Todo ese daño se va acumulando, ya hay antecedentes: con un promedio de 5° en la escala Richter, Arkansas sufrió 700 temblores en sólo seis meses, Oklahoma, 1047 temblores en un solo año. La lista del estudio elaborado por la Secretaría de Estado para Energía y Cambio Climático de EEUU sigue y da para largo: los sismos coinciden con los períodos de fracturación hidráulica.
Hay una grieta en mi corazón
Decirle Vaca Muerta o Vaca Viva, realizar el dudoso milagro de resucitar a una vaca por tevé, hablar de dólares, inversiones y puestos de trabajo, no se acerca ni un poquito al problema, menos que menos a la solución, pero sí hay palabras y tiempo mediático para eso. No para decirnos hasta qué punto las penas son de nosotros, y las vaquitas, muertas o vivas, son ajenas.
Tampoco se habla del hecho de que el 20% de Vaca Muerta está en territorio mendocino. Que la empresa Oil S&M, de capitales chinos, con Cristóbal López como socio local, pretende reactivar viejos pozos petroleros agotados con la técnica del fracking, en San Carlos. Que hay yacimientos de shale gas y shale oil en Cacheuta-Potrerillos, a los que Chevron ya les ha echado el ojo. ¿Y qué otra cosa hay en Potrerillos? Un dique. Al que le pusieron menos cemento del que debían. Y fallas geológicas a montones. Ya no sé si preocuparme por la falta de agua, o comprarme un snórkel.
Después de publicar la nota anterior, sobre las energías limpias, me quedé pensando que si la gente nada más googleara a Nikola Tesla, ya sería misión cumplida. Esta vez, si querés verlo por vos mismo, en el Observatorio Petrolero del Sur (
http://www.opsur.org/) aparece esto y mucho más. Datos hay como para hacer dulce, ahora bien, si las grietas en la tierra las producen con trépanos y cañones, las grietas en el corazón, al menos en el mío, son más que nada por la estupidez humana. ¿
Por qué, si las tecnologías limpias, inagotables y gratuitas, están desde hace más de cien años, algunas incluso mucho más potentes que el petróleo, las siguen demorando, ocultando, y defenestrando cada vez que pueden? ¿
Para qué es toda esta energía? ¿Para abastecernos a nosotros? Llevo mucho tiempo viendo como tres megamineras consumen toda la energía que produce Atucha I, como para creerme eso. Pensando que claro, para triturar un cerro hace falta mucha energía. La cadena de los
para qué es tremenda: para guardar lingotes de oro en el sótano de los bancos. Absurdo. Para extraer metales raros para fabricar misiles para las guerras por petróleo. Absurdo. Para venderme objetos caros que duran poco y nada, por la obsolescencia planificada. Estúpido.
Hasta cuando lo ponen en términos humanitarios es absurdo: para los avances en la medicina para curar los cánceres que ellos mismos generan. ¿Para trasladar las calorías de alimentos transgénicos al África? No me vengan. ¿Qué más? No hay mucho más. Esta semana he visto el colmo de esta película de ciencia ficción que vivimos a diario: abejas robots creadas por Monsanto, para reemplazar a las abejas de verdad, que están en vías de desaparecer bajo los aviones fumigadores de glifosato, como el que protagoniza la película de Disney que se estrenó este año. Me pregunto con qué energía harán volar las alas de metal de esas abejas diseñadas por la nanotecnología para polinizar la flor de la soja. No quiero decir el consabido hasta eso hemos llegado, pero si algún nativo del país de todos los climas, el sol, los vientos, el granero del mundo, me dice que trabaja en una fábrica de abejas truchas, o en una empresa de demolición de cerros, se me agrieta el corazón, qué quieren que les diga.
Dentro de la estúpida cadena de los paras, también está esto: imaginen que, para darle al agua la presión necesaria para partir unos tres kilómetros de rocas duras a cinco mil metros bajo la tierra, hay que darle mucha presión, y eso es energía. La tasa de retorno energético, esto es, la relación entre la energía invertida, y la que finalmente se obtiene, en el caso de los combustibles no convencionales, es bajísima. Apenas da un 2, un 5 con mucha furia (si es 1 o menos 1, es energía perdida). Para darse una idea, la energía eólica devuelve 18 veces la energía empleada en extraerla, la solar, 7 veces. ¿Vale la pena tanto fracking por tan poco?
Ya sé que voy a tocar un punto álgido para muchos, pero bueno: la primera vez que se escuchó hablar de Vaca Muerta, fue en un discurso presidencial: apenas descubrieron el yacimiento, ya le otorgaban una gran parte de los combustibles no convencionales (ese adjetivo aún no nos decía nada) a la mina de Potasio Río Colorado. Y no es de extrañar: de haber llevado a cabo ese proyecto, Vale hubiera consumido un millón de metros cúbicos de gas por día. Lo mismo que consumen todas las casas de toda Mendoza. No es, nunca fue para autoabastecimiento, la lógica del sistema es que para nosotros sean nomás algunas sobras.
Los mendocinos no sólo tenemos la experiencia de haberle dicho no a San Jorge, y saber que se puede. También tenemos otra, la de haber visto como Vale, ya instalada y con todos los okeys, en cuanto vio que el negocio no le era tan rentable, se fue y dejó en banda no sólo a los trabajadores, sino también a los empresarios proveedores, a las fundaciones de responsabilidad social, a todos. Hasta a sus políticos cómplices, que tanta adulación y favores le hicieron, los dejó plantados, ni siquiera se dignó a atenderlos. ¿Alguien puede creer, después de esto, que Vale se hubiera quedado a remediar pasivos ambientales, a reubicar trabajadores, etc, una vez que el potasio y los dólares se hubieran terminado? Hacen así: se las piran, y dejan el muerto, y su tendal de deudos, para que el estado se haga cargo. Lo mismo hizo Chevron en Ecuador, después de 26 años de enriquecerse con el petróleo de los ecuatorianos, pero peor: les dejó 918 piletas con desechos tóxicos y sin geomembranas, arrojó 64 mil millones de litros de agua tóxica a los esteros y ríos de la Amazonia -porque era más barato que reinyectarlos en los pozos- y se fue sin garpar siquiera una moneda a los más de 130.000 afectados directos. ¿Vamos a dejar entrar a estos tipos?
No creas el verso de que van a arreglar las grietas de tu casa, ni a repartir salvavidas con forma de patito y snórkels para todos. Ni que tienen un plan de gestión responsable de residuos y remediación de pasivos ambientales. El único plan que tienen es llenarse de guita, y rajar. Pero nosotros, sin ser x-men, podemos prevenir terremotos. Y exigir que se acelere la conversión a energías limpias, ser pioneros y que el futuro cercano del agotamiento del petróleo nos encuentre preparados. Tan simple como decir no, y seguir siendo la tierra del sol, y del buen vino, y del estribo de una de Cerati: ya no tendremos que hablar y hablar y hablar del temblor.